BRASIL.- Sao Paulo, la ciudad en la que surgieron las protestas que han movilizado a Brasil, celebró hasta la madrugada del viernes con una gran fiesta la victoria de la reducción de las tarifas de transporte, aunque mantiene otras reivindicaciones en consignas, carteles y pancartas.
Más de cien mil personas se concentraron en la Avenida Paulista, eje central de la urbe, en una marcha pacífica en la que el único incidente se debió al deseo del movimiento de continuar apartidista.
Algunos manifestantes hostigaron a personas con la ropa roja de los militantes del Partido de los Trabajadores (PT), de la presidenta del país, Dilma Rousseff, y quemaron una bandera de esa fuerza de izquierda.
«Mi partido es mi país», gritaban los manifestantes, que no quieren que agrupaciones políticas traten de apropiarse del movimiento.
Horas antes, el presidente del PT, Rui Falcão, había convocado a su militancia a unirse a la fiesta con banderas del partido y a formar una «ola roja» en la Paulista.
La actitud de Falcão fue muy criticada en redes sociales y por los líderes del Movimiento Pase Libre (MPL), que ha convocado las marchas. La ola que se ve en las calles es la auriverde, los colores de Brasil, estampada en banderas, camisetas y en los rostros de los manifestantes.
«El pueblo brasileño está en las calles. No hay palenques, no hay sindicatos, no hay partidos. Es un movimiento nuevo», dijo el sociólogo Gilbert Zarnati, de 55 años, feliz con la fiesta y la novedad en la vida política brasileña.
Brasil no ve hace más de dos décadas manifestaciones como las que han ocurrido en las últimas dos semanas, que desde Sao Paulo se extendieron a todo el país.
Los líderes del MPL informaron que después de esta fiesta se retiran de las manifestaciones, pues consiguieron el objetivo, que era reducir las tarifas del transporte.
Si las marchas ya eran dispersas por la horizontalidad de líderes propuesta por el MPL, es difícil saber el futuro del movimiento creado.
Las últimas grandes manifestaciones en Brasil fueron en 1992, cuando el país salió a las calles pidiendo las destitución del entonces presidente, Fernando Collor de Mello.
La falta de líderes ha complicado el trabajo de la policía. «No hay un ningún liderazgo, una coordinación. No sabemos nunca lo que van a hacer, cuál es la pauta», dice el coronel Marcelo Pignatari, responsable por el comando de la avenida Paulista. La solución ha sido monitorear las redes sociales, explica.
Sin el MPL, diversos grupos están convocando nuevas marchas en todo el país, a través de internet.
Así como los carteles que se veían el jueves, los brasileños encuentran muchos motivos para protestar, aunque los principales con la corrupción y el gasto de dinero público en grandes eventos deportivos, como el Mundial de Fútbol del 2014.
El transporte público, que originó las protestas, sigue en la pauta y a pesar de estar un poco más barato por acción de las manifestaciones, sigue inseguro e insuficiente.
«Este país está una vergüenza», dijo Patricia Helen de Oliveira, una profesora de educación física que reclamaba contra un proyecto de ley aprobado en una comisión del Congreso que permite la llamada «cura gay».
El proyecto autoriza el tratamiento psicológico para cambiar la orientación sexual de los homosexuales. De Oliveira, que es lesbiana, dice que seguirá apoyando las protestas que surjan, si es necesario hasta el Mundial.
El PT y la presidenta Rousseff han sido los más criticados en la marcha paulista. Uno de los principales eslóganes de las protestas «Ven contra el aumento», que era usado contra las tarifas de ómnibus, ahora es, «Ven contra el Gobierno».
«Necesitamos una nueva Constitución. Queremos que el verdugo se corte el propio cuello», dijo el empresario y estudiante de política Felipe Gini. La democracia participativa debería ser una ley federal», reclamó.
El español Ángel Ascencio, de 76 años, más de 50 de ellos en Brasil, cree que nada cambiará. «Detesto los partidos políticos. Hay que quitar las bandera», dice Ascencio, que cree que el movimiento demoró mucho. «No sé si de aquí saldrá algo», afirma.