Por Narciso Isa Conde ( [email protected])
La dictadura peledeísta -montada en la dominación clasista del gran capital- se tragó e instrumentalizó la parte “institucional” del PRD; al tiempo que entrampó su facción mayoritaria, que se ha desgastado recurriendo a las corrompidas “altas cortes” moradas.
Acaba de producirse otro espectáculo en el escenario del TSE, ayudado por la JCE, en el que Miguel Vargas es utilizado como mentor de un “Caballo de Troya” manejado empresarialmente para inutilizar al degradado PRD.
La facción Hipólito Mejía y los “ni-ni” erraron al insistir en la reconciliación imposible, siendo evidente que el designio de Miguel Vargas (por ataduras crónicas con Leonel) es provocar el desacuerdo; designio patrocinado por los cohollos leonelistas y danilistas, ambos interesados en liquidar toda oposición.
Hipólito Mejía y su claque, en lugar de desconocerla y de impugnar resultados electorales adulterados, prefirieron -por su esencia de clase y su condición de partidocracia corrompida- desmovilizar las bases perredeístas, para luego conciliar con el danilismo y entrar en la trampa de las “negociaciones” con el Caballo de Troya; recibiendo sucesivas derrotas vaticinables en esas “cortes”, que ni son ni altas ni son cortes.
Parecido han actuado líderes independientes del PRD, desgastándose al proponer arreglos dentro de una controversia fabricada para que no tenga componte.
Ridículo resulta recurrir a tribunales internacionales.
Tardío, repetitivo y falso luce eso de lanzar al PRD-Hipólito a las calles después de tanto conservadurismo y tanta ambigüedad.
Hugo Tolentino –persona honesta- llama a montar tienda aparte “peñagomista” a quienes dejaron de serlo, obviando que se trata de la decadencia general del todo y sus partes.
Tan corroída como este régimen político morado emanado de un lumpen-capitalismo neoliberal empeñado en auto-prolongarse la vida; solo derrotable por el despliegue de la democracia de calle, necesaria contrapartida a una crisis sistémica tratada por elites sociales y políticas con recetas destructivas y degradantes. Algo para lo cual la dirección perredeísta quedó incapacitada hace tiempo.
El tema de fondo es otro: una dictadura amoratada, incluso cangrenada, sin oposición dentro del sistema, solo puede ser desestabilizada y derrotada por una oposición de nuevo tipo, parecida a aquellas que estremecieron los cuarteles de Venezuela, las calles de Bolivia y Ecuador, y que hoy conmocionan las grandes urbes de Egipto y Brasil.