POR CANDIDA FIGUEREO
A 150 años de que un grupo de valerosos hombres izara la bandera dominicana en la hazaña denominada el grito de Capotillo y lograran un par de años más tarde liberar el suelo patrio de la anexión española y la salida su ejército europeo, en la zona se puede escuchar el singular tarareo: «Necesito amor».
En aquel hermoso paisaje donde el cuidado y limpieza son notorios, las visitas se deleitan mientras avanzan por el entorno del Monumento a la Restauración «Capotillo», arropado por la tranquilidad y el aire puro.
Y ¿Por qué no? Esa misma tranquilidad, en un mundo que fuera de ese escenario es convulso, puede dar lugar a la necesidad de cantar quedamente para alegrar el alma.
Esa fue -probablemente-, la causa de que un joven militar canturreara lacónicamente necesito amor, necesito amor….sin pasar inadvertido ni dejar de cumplir su misión.
El amor es imprescindible en todo lo que hacemos en nuestra vida diaria y en la relación con las demás personas. Lo que no se hace con amor quizás tenga sabor a hiel y este amargo no debe ser grato.
Los que arriesgaron sus vidas en la gesta de 1863 en la comunidad de Capotillo, perteneciente a Dajabón, lo hicieron por amor a su patria.
El amor es esencial para que el ciudadano se involucre en distintos aspectos del quehacer diario como en contribuir con al crecimiento del país, velar por el manejo pulcro de los recursos que todos aportamos para que haya una nación equitativa, influye en una buena convivencia, a ser mejores ciudadanos, mejores padres, mejores hijos, mejores vecinos, mejores parejas, a reforzar la responsabilidad en el cuidado de los recursos naturales, a amar y respetar a chicos y ancianos, así como echar a un lado el egoísmo.
Juan 13:34 lo dice de manera concisa: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado».
Mientras que Romanos 13:10 sintetiza: «El amor no hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley».
Todos, al igual que el soldado que cuidaba el Monumento, necesitamos ese amor sincero que es la única razón de existir plenamente para uno y para los demás. Ese amor que tiene como precio la lealtad, la solidaridad. Si es de otro tipo, se lo lleva el viento.
El viento no ha podido lograr que a 150 años de aquella gesta se olvide a sus participantes que dieron sus vidas por a su patria, en tanto quizás el soldado siga con su gracia de cantor porque necesita amor.