CHILE.- Pero Pinochet se había puesto rápidamente al frente de las fuerzas golpistas. Víctima y victimario, las vidas de Allende y Pinochet tenían pocos puntos en común antes de aquel día aciago.
Con 58 años, Pinochet había asumido la jefatura del Ejército apenas tres semanas antes, recomendado por su predecesor, el general Carlos Prats, quien sería asesinado junto a su esposa poco meses después del golpe en Buenos Aires, por los esbirros del dictador. Allende, un médico socialista de 65 años, lo nombró en el cargo creyendo en su lealtad.
Nadie sospechaba que sería Pinochet, considerado un general mediocre, quien derrocaría a Allende, electo presidente en su cuarto intento, el 4 de noviembre de 1970, liderando la Unidad Popular, integrada por socialistas, comunistas, radicales y otras corrientes de izquierda.»Mi padre creyó hasta el final en él, porque se lo había recomendado el general Prats. Para él tiene que haber sido tremendo enterarse de su traición», narra su hija, la senadora Isabel Allende.
Pinochet pasó a liderar las acciones golpistas pese a que «no jugó ningún rol en la gestación del golpe y sólo se subió a él 48 horas antes», afirma a la AFP la periodista Mónica González, autora del libro «La Conjura», que narra el complot para derribar a Allende.
Años más tarde, Pinochet le asegura sin embargo a una de sus biógrafas, la periodista María Eugenia Oyarzún, que el golpe lo preparaba en secreto desde un año antes: «No cabía el error (…) teníamos que librar a la patria del caos de Allende y del cáncer marxista», argumentó. El médico socialista y el astuto militar Allende llegó al gobierno con 36,3% de los votos, en su cuarta campaña presidencial, tras una vida dedicada a la política.
Nacido el 26 de junio de 1908 en el puerto de Valparaíso, 120 km al oeste de Santiago, Allende se recibió de médico y fue electo diputado a los 30 años. Luego fue ministro de Salud y más tarde llegó al Senado, donde permaneció por 25 años.
Pinochet, por su parte, fue rechazado dos veces en la academia militar y le costaba estudiar. «Él mismo explicaba que era alguien que tenía dificultad para el estudio.
Fue dos veces rechazado en la Escuela Militar, sufría de jaquecas severas cuando estudiaba en exceso, y tenía calificaciones regulares que estaban en la medianía», cuenta el periodista Juan Cristóbal Peña, autor del libro «La secreta vida literaria de Augusto Pinochet».
Allende proclamó una vía chilena al socialismo apegada a la democracia, nacionalizó el cobre y las telecomunicaciones que estaban en manos estadounidenses e impulsó la reforma agraria, pero su gobierno fue desestabilizado por una campaña de la derecha apoyada por Washington.
Precipitada la conspiración, Pinochet supo aprovechar su oportunidad histórica y se instaló en la primera línea con una astucia y voluntad de poder que nadie le conocía.»Desde el primer minuto se siente un recién llegado. Por su carácter, resentido, y su gran astucia, analiza desde el primer momento que no tiene complicidad con nadie y puede imponerse», dice Mónica González. «¿Qué hace entonces un converso? Es más violento que los violentos», agrega la autora.
Nacido el 25 de noviembre de 1915 también en Valparaíso, Pinochet demostró el mismo día del golpe la crueldad que sería el sello de su dictadura, que cobró más de 3.200 víctimas. «Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país… Y el avión se cae, viejo, cuando vaya volando», le dijo por radio a otro militar que negociaba la rendición de Allende.
Pero el mandatario socialista iba a concretar su promesa de inmolarse en defensa de la democracia, disparándose en la barbilla con el fusil que le regaló Fidel Castro.»Tuvimos una reunión y él nos dijo: yo no soy hombre de exilio, si hay un golpe militar yo me voy directo al cementerio», recuerda Sergio Bitar, su ministro de Minería, que le acompañaba.
«Tenía la decisión absoluta de quedarse, resistir y demostrar que un presidente de la República ejerce su mandato hasta el final», dice su hija Isabel. Líder de una cruenta dictadura Victorioso, Pinochet impone su férrea dictadura y se jactaba de controlar hasta el movimiento de las hojas en Chile.
«Pinochet era consciente que era menospreciado por sus pares. Cuando asalta el poder se empeña en eliminar a quienes le podían hacer sombra», dice Cristóbal Peña.
Junto a un grupo de discípulos de Milton Friedman, impuso un modelo al extremo liberal que logró el despegue de la economía tras la privatización de empresas y servicios del Estado. Sin embargo, Pinochet perdió un plebiscito en 1988, por medio del cual buscaba extender su dictadura hasta 1997. En 1990, le entrega el poder al demócrata cristiano, Patricio Aylwin, pero se mantiene al frente del Ejército por ocho años.
Tras dejar el Ejército, ejerció el cargo de senador vitalicio. Cubierto por esa inmunidad viajó a Londres, donde fue detenido el 16 de octubre de 1998 por orden de la justicia española por crímenes de lesa humanidad. Permaneció bajo arresto domiciliario por 503 días, hasta ser liberado por razones de salud.
A su regreso a Chile perdió influencia y los tribunales comenzaron a cercarlo.
Murió el 10 de diciembre de 2006 de un infarto, sin alcanzar a ser condenado por los crímenes que nunca reconoció: «No me acuerdo, pero no es cierto. No es cierto, y si fuera cierto no me acuerdo», le dijo a un juez un año antes de morir.