Por César Augusto Zapata
– El autor es psicólogo clínico –
Howard Gardner, profesor de psicología de la Universidad de Harvard, ha propuesto un sistema óctuple de inteligencia, del cual tomaremos dos categorías: las inteligencias intrapersonal e interpersonal, para analizar lo que otro profesor de Harvard, Daniel Goleman, ha llamado Inteligencia emocional, herramienta necesaria y perentoria para el trabajo con grupos.
La llamada inteligencia intrapersonal implica el control necesario de las emociones para alcanzar las metas propuestas. Es bien sabido que la emocionalidad desbordada es un obstáculo fundamental a la hora de solucionar problemas buscando las alternativas adecuadas a las circunstancias. Es lo que los psicólogos llaman tener un locus de control interno que impide que los otros sean los que determinen el tiempo, lugar y circunstancias de mi respuesta.
La inteligencia interpersonal involucra un conjunto de habilidades para interactuar con los demás. En especial, saber manejarse con la debida comprensión de sus cambios emotivos. Conocer que muchas reacciones son circunstanciales y que los intereses a veces interactúan con los instintos y la irracionalidad, sobre todo cuando están en juego las necesidades básicas de supervivencia.
La ambas formas de inteligencia son propias del líder, lo hace popular y atractivo para las personas que inconscientemente esperan siempre ser aceptadas y comprendidas. Captar las necesidades ajenas y proponer soluciones, así como una cierta proactividad, el manejo del discurso, de la palabra precisa y la empatía natural son el resultado de esa habilidad.
Comprender las emociones verificadas en el otro, y transformarlas en una actitud positiva, se traduce en comunicación efectiva.
En el escenario político nacional, hacía tiempo que no se veía una campaña de descrédito tan alevosa como la que se ha estado llevando a cabo contra el doctor Leonel Fernández Reyna. Otros líderes sufrieron vejámenes similares.
De triste recordación son los improperios contra dos altas figuras de nuestra historia reciente: Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez.
Antagonizar al Dr. Fernández de manera tan sistemática, estando fuera de la Presidencia de la República, se explica por sus condiciones de líder, gestor y estadista. Es dable pues que haya sido señalado como el hombre a vencer en una eventual candidatura para los comicios del 2016. La oposición ha sido laxa al señor presidente Danilo Medina Sánchez, y dura contra un potencial adversario que ya ha ocupado el solio presidencial varias veces, preside un partido cohesionado y goza de prestigio internacional.
Lo antes dicho encaja en la lógica política. Lo cuestionable son los métodos utilizados para intentar descalificar a un oponente.
Distanciándose de la práctica ética, ocultándose debajo de personeros espurios, y olvidando la investidura de ex presidente, el respeto a sí mismos y a los receptores.
En una sociedad donde el mediatismo ha sustituido a la justicia, los convictos se han convertido en voceros, los acusados en acusadores y los aliados gratificados en acérrimos enemigos, la inteligencia emocional es una herramienta apreciable.
En ese marco, asediado por pequeñas turbas, acosado por la gavilla, traicionado en fin por ambos costados, el doctor Leonel Fernández se ha ocupado de sus asuntos tanto nacionales como internacionales, ha dado la cara por el país ante problemas tan perentorios como los de la cosa fronteriza, ha participado con brillantez en foros sobre la realidad regional, saliendo airoso en sus conferencias magistrales, mientras afuera esperan pequeños grupos con sus cartones de protesta mojados por una lluvia imprevista.
Algunos medios soslayaron los resultados de una discusión sobre geopolítica y nuestra integración a los acuerdos regionales, para resaltar como “legión de valientes”, a diez personas que, con “todo su derecho”, levantaban sus caratulas ajadas, plagadas de insultos ya sufragados.
Lo que resaltamos de estos eventos es la ecuanimidad del injuriado, lo que evidencia inteligencia para capear el temporal. Uno esperaría respuesta de autodefensa; pero evaluar y controlar el pensamiento, anteponiendo la compresión de los escenarios a la reacción compulsiva que no solo afecta el logro sino que puede ser devastador para la salud, fue la lección recibida por la pequeña horda.
En una visita a Haití, siendo presidente de la República, vivió momentos de tensión ante un intento de agresión. La respuesta del entonces presidente Dr. Leonel Fernández, fue de continuar trabajando por estrechar los lazos de amistad con ese país y contribuir a su fortalecimiento democrático.
En uno de los diálogos nacional, una joven periodista se cubrió la boca con un paño negro en protesta por lo que ella consideraba falta de libertades. Un también joven presidente, con ecuanimidad le responde: “una prueba de que en el país no se coartan las libertades es que usted ha expresado su protesta libremente”.
Los psicólogos saben que las emociones controladas por factores exógenos producen bloqueos cognitivos que se evidencian en respuestas incoherentes ante los estímulos y, en el peor de los casos, conductas violentas.
Al margen del pobrísimo nivel de veracidad que exhibe la andanada anti-Leonel, y sin cometer el pecado mediático de sustituir las funciones de organismos de investigación, absolución o punición, por los debates públicos, resaltamos al Dr. Fernández como un hombre con Inteligencia Emocional.
La palabra inteligencia, en su raíz etimológica se refiere a la capacidad de escoger entre opciones para alcanzar la solución de un problema.
El doctor Leonel Fernández ha sabido hacer dos escogencias inteligentes: el momento adecuado para sus respuestas y el adversario con la estatura necesaria para debatir.
Tomado de El Nacional