Carta abierta a Jimmy Carter

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Dr. Leonel Fernámdez
Dr. Leonel Fernámdez

Estimado Presidente y Amigo:

Hace poco, la suspensión de un viaje suyo a Guyana, por razones de salud, donde encabezaba una delegación que observaba el proceso electoral de esa nación sudamericana, nos generó cierta preocupación. La calma nos retornó cuando supimos que casi inmediatamente había vuelto a reintegrase a sus labores cotidianas.

Ahora, sin embargo, nos hemos sentido consternados con sus revelaciones de que luego de una reciente cirugía en el hígado, se ha descubierto que tiene Ud. cáncer, y que el mismo se encuentra en otras partes de su cuerpo.

No podemos olvidar cuando le conocimos, allá por el año 1988, cuando el profesor Juan Bosch delegó en mí para que le representara en la invitación que se le había hecho para participar en la Convención del Partido Demócrata, celebrada en Atlanta, Georgia, que escogería a su candidato presidencial, Michael Dukakis, para los comicios de ese año.

Allí tuvimos la oportunidad de saludarle y compartir con Ud. la posibilidad de que pudiese liderar una comisión que viniese a la República Dominicana en el 1990 para supervisar las elecciones presidenciales que tendrían lugar ese año.

Así lo hizo. Para ese año vino Ud. a nuestro país. Recuerdo que tuvimos un encuentro con Ud., el profesor Bosch y otros dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en la casa del arquitecto Eduardo Selman, en la actualidad Cónsul dominicano en la ciudad de Nueva York.

Recordamos todos sus esfuerzos y afanes para que tuviésemos los dominicanos unas elecciones justas, limpias y  transparentes. De igual manera, su diálogo con el líder y fundador de nuestro Partido, al día siguiente de los comicios, cuando desde nuestras filas albergábamos la convicción de que la voluntad popular había sido adulterada.

Nunca podremos olvidar, distinguido amigo, la cordialidad y gentileza con que Ud. recibió en su despacho del Centro Carter, la comisión del Comité Político de nuestro PLD, encabezada por el Lic. Vicente Bengoa, para presentarle nuestras pruebas sobre las irregularidades y actos fraudulentos cometidos durante el referido torneo electoral.

En fin, son muchos los motivos para recordarle siempre con afecto, respeto y admiración. Pero sus hazañas en favor de la paz, la democracia, el desarrollo y el respeto a los derechos humanos, van más allá de nuestros recuerdos y disfrutan en la actualidad de un reconocimiento de alcance global.

El hombre de Georgia

Como Ud. mismo habrá de admitir, en principio Ud. no era percibido como la figura que en el año 1976 llegaría a la Presidencia de los Estados Unidos. Hacía tan sólo cinco años atrás que había sido electo Gobernador del Estado de Georgia; y la verdad es que fuera de su jurisdicción,  Ud. era prácticamente desconocido.

Pero se precipitaron acontecimientos que Ud., en base a su trabajo, talento y dedicación habría de aprovechar muy bien. Se produjo el escándalo de Watergate que puso fin, de manera calamitosa, al gobierno del presidente Richard Nixon.

La gente se mostraba hastiada de los políticos de Washington. Querían alguien que no fuera de los círculos tradicionales de poder. Así,  de esa manera, en base a una prédica moralista, de rescate de valores, venció Ud. a su rival de entonces, el presidente Gerard Ford, el sustituto de Nixon.

Sabemos que tuvo Ud. grades desafíos durante su gestión de gobierno. Que tuvo que enfrentarse a un grave problema de estancamiento económico con alta inflación y altos niveles de desempleo, que los economistas de la época bautizaron con el nombre de estanflación.

No menos difícil fue la crisis energética, pues muchos de sus compatriotas tuvieron que hacer largas filas para adquirir combustible en las estaciones de gasolina.

En el plano internacional, no perdemos de vista que su gobierno fue sorprendido con la invasión soviética a Afganistán, que entonces fue percibido por altos funcionarios de su administración como un intento por parte del Kremlin de apoderarse de los pozos petroleros del Medio Oriente, poniendo en riesgo, de esa manera, la capacidad productiva industrial del mundo occidental.

Asimismo, estamos conscientes de lo que significó para su gobierno el triunfo de la Revolución Islámica de Irán, bajo la dirección del Ayatollah  Ruhollah Khomeini;  de la toma de rehenes en la embajada norteamericana de Teherán; y del estrepitoso fracaso del plan para rescatarlos, que culminó con el accidente de aeronaves y la muerte de varios oficiales y soldados de su país.

Pero, por otro lado, sus logros fueron más que notables. Fue Ud., quien realmente formalizó las relaciones diplomáticas con la República Popular de China, luego de varias décadas de suspensión. Fue Ud. quien promovió el Acuerdo de Paz de Camp David entre Israel y Egipto, como forma de avanzar en la solución del conflicto entre   judíos y  árabes.

Fue Ud., quien desafiando la tradición imperial de ciertos grupos de poder en su país y una opinión pública ruidosa, firmó con el general Omar Torrijos, los tratados sobre el Canal de Panamá , los cuales ordenaban su devolución y administración a quien legítimamente le correspondía: el pueblo panameño.

Fue Ud. también quien introdujo el concepto de derechos humanos como valor supremo y principio cardinal en la conducción de la política exterior de los Estados Unidos, con lo cual promovió cambios radicales en las formas de proceder de actores claves de la escena internacional.

Pero aunque no aparece en sus memorias, Keeping Faith: Memoirs of a President, ni en un texto más reciente, White House Diary; lo cierto es que fue su participación en las elecciones de República Dominicana en el 1978, lo que dio origen, no sólo a un nuevo capítulo en la historia contemporánea de nuestro país, sino al proceso de transición democrática en América Latina.

El hombre universal

Es de conocimiento público que todo empezó con la visita del presidente Joaquín Balaguer a Washington D.C., en el 1977, con ocasión, precisamente, de la firma de los tratados sobre el Canal de Panamá.

En esa oportunidad, según refieren Víctor Grimaldi y Marino Mendoza, dos periodistas dominicanos que cubrieron el encuentro en la Casa Blanca, Ud., presidente Carter, abordó al presidente Balaguer sobre la necesidad de que las elecciones dominicanas de 1978 fueran ®abiertas y libres y un modelo para todos sobre la universalidad del derecho al sufragio y de la libre expresión del pensamiento del pueblo para escoger a sus propios gobernantes.®

Sus palabras, presidente y amigo, cambiaron el curso de la historia. No sólo aquí, en la República Dominicana, donde el intento de suspensión del conteo de los votos  fue vencido por la presión de su gobierno y de otras naciones democráticas, sino en toda América Latina, donde, a partir de ese momento se dio inicio a la transición de regímenes despóticos y autoritarios a gobiernos civiles, electos por vía democrática.

Desde entonces han transcurrido más de tres décadas, y durante ese período los pueblos de América Latina han avanzado en la consolidación de sus democracias, el respeto a los derechos humanos, el progreso económico y el bienestar social.

Mucho de eso se le debe a Ud. Pero también hace más de tres décadas que Ud. abandonó la Casa Blanca, y desde entonces su labor no ha sido más que encomiable. A través del Centro Carter, en Atlanta, Ud. ha mantenido una presencia internacional, monitoreando elecciones, negociando procesos de paz, construyendo viviendas para los pobres y combatiendo enfermedades catastróficas en lugares tan remotos como el África subsahariana.

Hay quienes afirman que Ud. es el mejor ex-Presidente que jamás haya habido en la historia. No lo dudamos. Por toda esa labor realizada en beneficio de la humanidad, Ud., en forma merecida y justa, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz, en el 2002.

A través de los años hemos tenido el privilegio de compartir con Ud., en diferentes circunstancias. En múltiples ocasiones hemos vuelto a visitarle al Centro Carter. Hemos participado en conferencias y seminarios. Hemos trabajado, junto a miembros de su equipo, en procesos de observación electoral.

A través de los años, nuestra admiración por Ud. no ha hecho más que crecer. Por esa razón, nos sentimos profundamente orgullosos de que durante nuestra gestión de gobierno pudimos reconocerle por todos sus aportes,  otorgándole la más alta condecoración que concede nuestro país, la de Duarte, Sánchez y Mella, nuestros Padres de la Patria.

Tiene Ud., presidente, un gran desafío por delante. Abrazamos, sin embargo, la esperanza, de que con la ayuda de Dios, saldrá Ud. nuevamente airoso. La paz mundial reclama su presencia.

Mientras tanto, reciba los cordiales  saludos de un amigo que profundamente le aprecia,  admira y  respeta.

Atentamente,
Leonel Fernández