Cuán equivocados viven muchos hombres sobre esta Tierra, donde todo no es más que “vanidad y aflicción de espíritu”, como dijera Eclesiastés, el Predicador.
Vestuarios rimbombantes, al último guay de la moda, detrás de los cuales se esconden por lo regular mediocridades, comparonerías sociales, y otros atributos negativos, son los que de ordinario más se procura mostrar, fabricados con carísimas y lujosas telas ostentosas, para aparentar riquezas inmensas y poder económico. ¡De los primeros en el orden son esos!
¡Qué falta de conciencia obvia sobre la verdadera esencia de la humanidad – espiritual -¡ Y es que, la entidad (Alma-espíritu) encarnada en cada uno, tiene que ser la mejor vestida durante el tránsito terreno; como, conservarse bien pulcra siempre, para llevarle después en el viaje de regreso a la verdadera casa de todos, en el Universo inmanifiesto. Sin embargo, es en la que menos se repara; la que muy poco se exhibe, y se procura mantener de esa forma
En adición a ese mayor significativo traje, que traducido en términos verbales significa, para poder estar en condiciones de responder, cuando el rol humano terrenal de actor aquí finalice, y la pregunta sea después, ¿qué trajiste, de cuánto que se te mandó a buscar?; ¿cuál fue el resultado de lo divino a expresar dispuesto?, hay otros dos utilitarios y finitos por completo, que pertenecen al ámbito mundano.
Primero, con el que se viste el despojo del cuerpo físico ya inerte, normalmente con las mismas características que el tipo de piezas señaladas en el segundo párrafo, y que los mismos fluidos pestilentes emanados de los restos mortales se encargaran de destruirlo después; y, segundo, el otro metálico o de madera, para exhibición final del bagazo carnal – ataúd -, que conservará por algún tiempo las osamentas restantes, y que ya no servirá para más nada. Lógico, que también acabará por destruirse.
Como es fácil comprender y asimilar, el último traje – el celestial, con connotación verbal -, es el único importante. Por tanto, es por el que más debemos preocuparnos. Es el de menor costo económico en sentido relativo, ya que los tejidos necesarios para su confección son: humildad, y amor incondicional; aceptar nuestro papel como Atributo divino en manifestación terrenal; y, procurar el despertar necesario en cuanto a hacernos uno con respecto a lo que tenga que pasar durante el transcurso de la corriente de vida, sin ofrecer oposición mental humana, como tampoco calificación alguna. ¿Qué cuestan ésos en dinero?
Luego, procúrese siempre el mejor “vestir” para ése no mundano, e invisible, y adhiérase a las palabras del Predicador: “debajo del Sol todo es vanidad y aflicción de espíritu”, Sagrada Biblia.
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