El pasado 22 de abril se celebró oficialmente la firma del Acuerdo de París, pactado durante la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP21, y que se propone limitar el aumento de la temperatura a 1,5° Celsius respecto a los niveles preindustriales.
El histórico acuerdo fue considerado por la ministra cubana de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Elba Rosa Pérez, un punto de comienzo “para una nueva etapa en el enfrentamiento al cambio climático.”
La Asamblea General de la ONU incluyó la acción por el clima el pasado año en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
La región latinoamericana, y particularmente la caribeña cada año se ve afectada por las consecuencias del cambio climático: el aumento de las precipitaciones, las sequías extremas (con impactos sobre la tierra y los recursos hídricos) y la elevación del nivel del mar, que a su vez dañan el desarrollo de la agricultura y el turismo.
Asimismo, entre las consecuencias están la erosión costera, el blanqueamiento de los arrecifes coralinos y los daños a la salud de ecosistemas marinos.
Los peligros son aún más, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); un 60 % de la población mundial vive en zonas costeras; y advierte la pérdida de una tercera parte de las costas caribeñas debido al incremento sustancial de tormentas y huracanes.
Precisamente, el Plan Estratégico Mundial del PNUD contempla una serie de medidas para proteger a las comunidades en riesgo y fortalecer la capacidad de recuperación del Caribe ante la temporada anual de huracanes.
ACCIONES CONCRETAS PARA UN MEJOR FUTURO
Un reciente estudio elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en asociación con la Universidad Técnica de Dinamarca (PNUMA-DTU) traza algunas vías para que la región de América Latina y el Caribe logre llevar a cero la emisión de gases de efecto invernadero netos para el 2050.
El informe, llamado América Latina Carbono Cero: una vía para la descarbonización neta de la economía regional a mediados de siglo, advierte que el no actuar respecto a disminuir las consecuencias del fenómeno puede traer consigo que las economías latinoamericanas y caribeñas “tendrán que pagar 100 000 millones de dólares por los impactos relacionados con el cambio climático, como la degradación de los arrecifes de coral, el derretimiento de los glaciares o la pérdida de la productividad agrícola en zonas tropicales”.
Por ello propone, entre otras acciones, el fin de la deforestación, la reforestación de 50 millones de hectáreas y la restauración de 200 millones de hectáreas degradadas.
Uno de los últimos proyectos dedicados a combatir las consecuencias de ello es la iniciativa Japón-Caribe Alianza por el Cambio Climático (J-CCCP, por sus siglas en inglés), impulsada por el gobierno nipón y el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas.
La iniciativa, que cuenta con una inversión de 15 millones de dólares y parte de los Acuerdos de París, ayudará a la puesta en práctica de acciones en los países caribeños para reducir las emisiones de gases con efecto invernadero y adaptarse al cambio climático.
Asimismo, la Asociación de Estados del Caribe (AEC) promueve una mejor preparación ante los impactos derivados del cambio climático, mediante el fortalecimiento de operaciones y servicios hidrometeorológicos en los pequeños estados insulares en desarrollo del Caribe.
Durante la última cumbre de la AEC, celebrada en México hace dos años, se acordaron una serie de medidas para la prevención de desastres naturales, entre ellos la integración de una plataforma en el Caribe como una herramienta para gestionar los riesgos y la protección civil.
Las naciones que conforman la AEC cuentan también con un proyecto para la gestión de información global geoespacial, con el objetivo de obtener datos confiables sobre desastres naturales.
La gravedad de los efectos del cambio climático quedó plasmada en una intervención del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, cuando en el 2011 al dirigirse al Consejo de Seguridad incluyó ese tópico junto al crimen organizado y las pandemias como los mayores desafíos para mantener la paz y la seguridad internacional.