Con el deseo de que sirva de orientación y a fin de que conste para la sociedad y la historia, reitero la carta pública que, en fecha 29 de Noviembre de 2014, dirigí al Sr. Presidente, tras observar el Código Penal en esa ocasión. Hoy la historia se repite, por lo que RATIFICO lo que entonces expresé en esa carta.
CARTA PÚBLICA AL LICENCIADO DANILO MEDINA
29 de noviembre de 2014
Distinguido Sr. Presidente:
Permítame que le hable con la mayor franqueza.
¡Qué decepción, Sr. Presidente! Usted ha hecho lo que nunca se hizo: Abrirle las puertas al aborto “legal” en la República Dominicana. De corazón le deseo que Dios lo perdone.
No me sorprendió su decisión de observar el Código Penal, pues si Usted lo recuerda, cuando era Secretario de la Presidencia, externó una posición de semejante contenido. En esto ha sido coherente.
El precedente de Loma Miranda, me permite desconfiar de que el Congreso sea también coherente con la posición que tomó y que permitió que el Proyecto de Código llegara a sus manos para la promulgación abortada.
El cuidado y protección del matrimonio y la familia, que la constitución de la República pone en manos del Estado, se tambalea cuando en alguna forma se viola el derecho a la vida de los más inocentes y se abre las puertas a la búsqueda de soluciones fáciles a posibles situaciones incómodas que se produzcan como resultado de la actividad sexual, muchas veces descontrolada.
El fin último no es defender a la mujer, madre embarazada, en riesgo de salud, sino simplemente que se abran las puertas al aborto. Cuando ya las puertas estén legalmente abiertas, ya nadie preguntará si el aborto se practica por razón eugenésica, por violación, por razones económicas y sociales, o “terapéuticas” como eufemísticamente se le llama al que parece más convincente para la opinión pública.
Su decisión le ha abierto las puertas a este tipo de solución a través del aborto, sólo falta un empujoncito de parte de los legisladores. En fin de cuentas lo que está de por medio es la filosofía de la sexualidad humana que adoptará el Estado.
El tema de la sexualidad amerita un trato respetuoso, sobre todo porque hay valores trascendentales de por medio, como es la vida, la felicidad, el respeto a sí mismo/a y a los demás, la visión del hombre en relación a la mujer y la visión de la mujer en relación al hombre, y sobre todo el amor. No es un juego de niños/as, sino tal vez el valor más sagrado que tiene la existencia humana, que merece ser tratado con respeto y dignidad.
Es cierto que, en el pasado y también en el presente, el tema de la sexualidad ha sido en algo tabú en ciertos contextos, no sólo el religioso, Pero de un tema tabú no puede pasar a recibir un manejo que caiga en la “cualquierización”, sin ningún tipo de referencia ética, que mire como normal la adopción de medidas abortivas.
Mientras en ciertos contextos el tema de la sexualidad ha sido tabú, ha coexistido una cultura permisiva y que empuja a la permisividad, en perjuicio sobre todo del matrimonio y la familia. Quien no cree en el matrimonio y en la familia, no puede tampoco creer en valores éticos en torno a la dimensión sexual, equiparándola entonces a cualquier tipo de conducta, menos la humana.
No es coherente, bajo el punto de vista lógico, lamentarse de que hay adolescentes embarazadas y, al mismo tiempo promover alegremente, como política, el uso de preservativos en esa misma población que se quiere proteger, incitándola al morbo, diciéndole que es dueña de su propio cuerpo y que con él puede hacer lo que le da las ganas, aun por encima de cualquier orientación que puedan recibir de sus familiares.
Peor todavía cuando se promueve el aborto como solución a ciertos embarazos en cualquiera de las manifestaciones y que producen pruritos o comezón social.
La educación sexual no puede concebirse como una instrucción sobre la anatomía humana, cómo utilizar el cuerpo, cómo bloquear la conjunción de un óvulo y un espermatozoide. Las políticas de algunas instituciones privadas y hasta del Estado han ido en esta línea, que es poco educativa y no tanto humanizante.
La educación sexual no puede estar dirigida a una vida sexual sin proyecto de vida y sin orientación en valores.
El calificativo de “conservadora”, referido sobre todo a la Iglesia, no mete miedo a nadie ni tiene ningún tipo de efecto, ya que hoy, más que nunca, este término, en contraposición a “revolucionario”, “de avanzada” “progresista”, “liberal”, está desacreditado.
Cuando se quiere vender una práctica como de avanzada, se recurre a enrostrar el término “conservador” a quien no le hace juego a posiciones que, a las claras, contradicen el mundo de valores que debe orientar a los seres humanos. De manera que no tiene ni pie ni cabeza calificar de “conservadora” a la Iglesia porque defiende una sexualidad responsable, el matrimonio entre un hombre y una mujer, y el respeto a la vida contra la práctica del aborto.
Cualquier persona puede hacer las cosas más contradictorias y disparatadas en la vida, pero se va muy lejos cuando se pretende que la sociedad tome ese camino inadecuado.
Aunque no se trata de un tema estrictamente religioso, el que se refiere a la creación de una cultura de valores, también en la dimensión sexual, hay que reconocer que la Iglesia les resulta molesta a quienes desean implantar el caos en el tema relativo a la sexualidad.
En muchas cosas la Iglesia puede variar su posición, debe cambiar, pero en lo que se refiere al respeto sagrado de la sexualidad, al matrimonio y la familia, y en torno al valor de la vida, abandonaría su vocación humanizadora y evangelizadora si lo hiciese.
Los pecados y faltas que se producen dentro de la misma Iglesia, no justifican abandonar el camino en la búsqueda de valores, sino que más bien son signos de la debilidad humana y no de claudicación del llamado a la superación y perfeccionamiento humano.
Como siempre, señor Presidente, le deseo muchas bendiciones y pido al Señor que ilumine su mente y corazón para tomar medidas que fomenten el matrimonio, la familia, la vida y el amor.
Padre Luis Rosario
Cédula No. 001-0076776-3