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He aquí algo qué pensar la próxima vez que comas: ¿cuántas calorías obtendrías consumiendo un cuerpo humano completo? Más de 125.000, de acuerdo con un nuevo estudio sobre el canibalismo humano que te producirá náuseas o te hará ir a buscar habas y un buen chianti.
James Cole, un arqueólogo de la Universidad de Brighton, en Inglaterra, estuvo planteándose esa pregunta por más de una década al estudiar “la nutrición en el canibalismo humano” durante el paleolítico, periodo que duró aproximadamente de 2,5 millones a hace 10.000 años.
“Me interesaba qué tan nutritivos somos en realidad”, dijo el Dr. Cole. “Siempre que hablo de ese tema, mis colegas me miran de forma algo extraña”.
Su fascinación mórbida lo llevo a crear lo que básicamente es una guía de conteo de calorías para caníbales, que publicó a principios de abril en la revista Scientific Reports.
El Dr. Cole estudia a los primeros parientes de los humanos modernos, y está particularmente interesado en cómo se comportaban los antiguos homínidos, así como las complejidades de su vida. El canibalismo paleolítico ofrece una manera de estudiar tal complejidad, según él. Si los antiguos homínidos eran similares a los humanos modernos, pueden haber practicado el canibalismo por varias razones, incluyendo las rituales, culturales, sociales y nutricionales.
“Si tenemos esta variedad en nuestra especie, me interesaba ver si esta existía también en otros homininos”, señaló.
Hay varios sitios antiguos en Europa Occidental donde los arqueólogos han encontrado evidencia de homínidos tempranos que comían a otros de su especie, como la cueva de Cough en Inglaterra y el Sidrón en España. Por lo general, cuando los arqueólogos estudian el canibalismo humano paleolítico lo clasifican o como con significado ritual —por ejemplo, para un entierro— o con propósitos nutricionales. La definición amplia del canibalismo nutricional, según el Dr. Cole, es cualquier forma de canibalismo que carezca de evidencia de fines espirituales o rituales.
Para analizar si el canibalismo se practicaba solo para sobrevivir, el Dr. Cole quería investigar si la carne humana constituía siquiera un alimento nutritivo para los antiguos homininos en comparación con otros animales que podrían haber cazado en ese entonces. “Si lo llamamos ‘nutricional’ y no tenemos idea del valor nutricional, ¿cómo podemos clasificarlo así?”, apuntó.
El Dr. Cole encontró que los muslos humanos tienen 13.350 carnosas calorías, mientras que las pantorrillas aportan cerca de 4490 calorías. Los brazos tienen aproximadamente 7450 calorías y los antebrazos 1660. Dentro de la cavidad torácica late un corazón con cerca de 650 calorías. También están los pulmones, con casi 1600 calorías, y por debajo de ellos está el hígado con 2570. Juntos, los riñones dan un total de alrededor de 380 calorías.
Concluye que en realidad no vale la pena comer humanos solo por motivos nutricionales. La carne de un cuerpo humano podría haber aportado a un grupo de 25 adultos modernos las suficientes calorías para sobrevivir durante, más o menos, medio día, según encontró el Dr. Cole. En contraste, esa misma tribu de los tiempos paleolíticos podría haberse alimentado durante 60 días gracias a un solo mamut, con 3,6 millones de calorías. Incluso un bisonte estepario habría aportado 612.000 calorías, que alcanzaban para alimentarse durante diez días.
Cole señala que, puesto que los humanos ofrecían una cantidad comparativamente baja de calorías, sus hallazgos sugieren que algunos ejemplos de canibalismo paleolítico interpretados como “nutricionales” pueden haber sucedido por razones sociales o culturales.
El Dr. Cole es claro acerca de las limitaciones de su artículo, que son varias. En primer lugar, el tamaño de la muestra es muy pequeño. Los cálculos de las calorías humanas se basaron en los cadáveres de solo cuatro adultos varones, por lo que no hubo descubrimientos específicos sobre las mujeres o individuos más jóvenes. Dice que los artículos con estos datos, todos de los 1940 y 1950, fueron los únicos estudios que encontró que usaron el mismo formato para compartir los datos de la composición total del cuerpo como porcentajes de peso corporal, grasa y contenido proteínico. Usando esos porcentajes pudo calcular las calorías de cada parte del cuerpo.
Algunos nutriólogos criticaron su enfoque.
“Los contenidos energéticos del tejido magro, la grasa y los carbohidratos corporales ya están bien establecidos, y usar cuatro cadáveres para obtener estimaciones de cantidades es una muy mala manera de sacar cálculos del cuerpo humano”, dijo Susan Roberts, una especialista en ciencias de la nutrición en USDA Human Nutrition Research Center on Aging de la Tufts University.
Sin embargo, a otros nutricionistas les pareció que los métodos y cálculos del artículo son válidos.
David Levitsky, un especialista en ciencias de la nutrición de la Universidad de Cornell, aseveró que la manera en que se calcula el valor calórico del cuerpo humano en el artículo fue precisamente el mismo método que los investigadores usan para determinar el valor energético de la res u otros animales que las personas consumen.
Silvia Bello, una antropóloga del Museo de Historia Natural de Londres que también ha estudiado el canibalismo antiguo, concuerda con el artículo en que el canibalismo paleolítico quizá se practicó más como una elección que como una necesidad.
No obstante, considera que encontrar la motivación sobre la que se basaban tales elecciones sería difícil.
El Dr. Cole afirmó que a pesar de las reservas en respuesta a su estudio, cree que sus cálculos constituyen una buena representación del valor calórico de la carne humana.
Ante la pregunta de si creía que sus amigos y colegas asistirían a la próxima cena que ofrezca después de haber leído su último artículo, el Dr. Cole dijo que sí, pero añadió que lo más seguro es que sirva solo verduras.