Por Adolfo Pérez de León
Observando el panorama político local es posible notar que hay mucha gente con prisa. Y mucha gente dando palos a ciegas. Gente joven que se ha dado cuenta que esta es una buena coyuntura para la oposición. Al parecer, hace falta entender que además es una buena coyuntura para promover y echar a andar una nueva forma de hacer política.
La complejidad del momento actual, debe ser abordada más allá de la denuncia y el señalamiento. Es muy importante mantener el ritmo de presiones para que se den pasos en busca del fin de la impunidad. Pero hay un sistema que funciona desde hace más de cincuenta años y que requiere de una refundación real. Para muchos el primer objetivo es sacar al PLD del poder y estamos de acuerdo. Pero eso es muy distinto a llegar al poder y sobretodo, a promover nuevas formas de ejercerlo.
Un gran número de estudios y profesionales demuestran que las mayorías votan en positivo. Votan por quien más les ilusiona, por quien les convence. Señalando problemas, identificando fallas que están y que debemos corregir, no vamos a convencer a la gente de votar por nosotros. Es proponiendo apuestas responsables y soluciones a los problemas que la gente vive en carne propia, como se construyen los liderazgos duraderos. La realidad desoladora hay que enfrentarla con respuestas. Hay que ofrecer soluciones a los problemas, darles la cara con capacidad y optimismo. En nuestro país ya estamos todos cansados de malas noticias.
El tablero político es muy importante. Si el caso ODEBRECHT sigue bordeando la tranquilidad de la cúpula peledeísta probablemente habrá que mirar mejor el tablero. Porque no se trata simplemente de desplazarlos. Sino de conquistar ese espacio que su salida del poder dejará para dar legitimidad a un proyecto con mayor sentido de país. Un proyecto que vaya más allá de la demagogia y la mentira y promueva una nueva mirada de lo público. Porque el país lo merece. Porque es la única manera de hacer que los liderazgos crezcan y se vayan posicionando para lograr una fuerza política capaz de cambiar el país para mejor.
La estrategia no es sencilla. Hay que mirar las matemáticas electorales, los discursos y sobre todo la gran necesidad de nuevos liderazgos que tiene el país. Hemos cambiado. Ya la gente no come cuentos. La oposición, entonces, debe pensar en soluciones coordinadas, en propuestas serias. Debe pensar en una mayor cohesión y trabajo conjunto. Y en la renovación colectiva, con acuerdos y con apego a las reglas y a las bases. Está demostrado que los llaneros solitarios solo paren problemas para la gente.
La gran oportunidad es ahora. El mundo político del pasado se está tambaleando y hace falta que hagamos autocrítica y promovamos una oposición inteligente, renovadora y con verdadera vocación democrática.
Trabajemos sin descanso para que sea posible ese futuro distinto. 2020 y 2024 nos esperan. Hemos demostrado ya que las recetas del PLD no dan resultados provechosos para el pueblo. Es hora de hacer posible el cambio que queremos y ofrecerlo a la sociedad que no solo nos mira, sino que participa de manera activa en su propio proceso.