¡Hasta cuándo! Reuniones y promesas ¿Para qué?

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COMERCIANTES HAITIANOS PARECEN TENER TODO EL CONTROL

Por Carlos R. Altuna Tezanos*

El pasado 19 mayo, durante la apertura del mercado binacional en la ciudad de Dajabón –se realiza dos veces a la semana– se produjeron serias perturbaciones, cuando sin ningún aviso por las vías establecidas, llegó repentinamente a la frontera una orden desde Puerto Príncipe que “restringía” la entrada de ciertos productos que se comercializan en dicho mercado.

Como ya es una costumbre en el gobierno haitiano, esta medida fue tomada unilateralmente, pues ni por cortesía se participó al gobierno dominicano, tal como se establece en el “Protocolo de Viena” del 24 de abril de 1964, sobre relaciones diplomáticas.

Esto generó una gran tensión y caos en la puerta de entrada del lado haitiano, cuando sus autoridades les impedían a miles de sus ciudadanos entrar con productos alimenticios adquiridos en el mercado binacional, los cuales eran confiscando y lanzados al río Masacre en un acto irracional, perverso e inhumano.

Sin embargo, cerca del mediodía, el impedimento sobre los productos dominicanos fue dejado sin efecto ante las protestas inusitadas por la Asociación de Comerciantes Haitianos de Juana Méndez, que obligaron al alcalde de esa localidad a mediar para viabilizar el levantamiento de la medida, logrando así el restablecimiento a la actividad comercial y el paso hacia territorio haitiano de los productos dominicanos sin mayores problemas.

Acciones unilaterales

En este contexto, los comerciantes haitianos dieron una semana de plazo a sus autoridades para que les ofrezcan explicaciones sobre la veda, ya que quienes salen más perjudicados son los pobres de la parte norte de Haití.

Cuando se creía que la situación había sido superada, tres días después, nuevamente las autoridades de Haití volvieron a prohibir la entrada de algunos productos dominicanos a su territorio, provocando nueva vez durante varias horas un caos en el intercambio comercial binacional, siendo calificada esta vez por la Asociación de Comerciantes Detallistas de Dajabón, como un abuso por parte de las autoridades aduanales haitianas, porque esa “restricción” va en contra de los pequeños comerciantes de la vecina nación y de su población más empobrecida.

Todo esto ocurre a pesar de que nuestro Canciller de Relaciones Exteriores se ha reunido en tres ocasiones con el nuevo canciller haitiano Antonio Rodrigue –siendo la última, el 28 de abril pasado– donde reiteraron su compromiso de impulsar y ampliar los lazos de amistad entre ambas naciones, en especial el comercio.

Como en otras ocasiones, todo da a entender que nuestras autoridades no conocen ni entienden la idiosincrasia de la oligarquía gobernante en Haití, quienes en el derrotero de las últimas décadas parecen imponer los capricho e intereses particulares de un clan político-económico, que actúa en base a impulsos y acciones coyunturales sin importarle el bienestar de un pueblo sumido en la miseria.

Sin embargo, sin trascurrir ni siquiera un mes de las aserciones del nuevo canciller haitiano sobre el fortalecimiento de los lazos de amistad, nos vuelven aplicar la maquiavélica estratagema del capricho como regla “sine qua nom” en su relación con la República Dominicana.

Aunque las nuevas autoridades haitianas han expresado su voluntad de lograr acuerdos comerciales con nuestro país, simplemente, como en incalculables ocasiones han vuelto a usar el “capricho” como regla para el intercambio comercial entre ambas naciones.

De manera, que nuevamente cierran el acceso a su territorio a productos de origen dominicano.

No hay argumentos que justifiquen este desplante, que ocasiona pérdidas a los exportadores dominicanos y a los consumidores haitianos, a pesar de nuestra actitud solidaria para con ellos.

Pienso que por más solidarios y tolerantes que seamos con nuestros vecinos, es hora de que nuestras autoridades apliquen y endurezcan su política diplomática en relación al manejo caprichoso de Haití para con nosotros. Es hora de “agarrar al toro por los cuernos”, y no seguir soportando tanta descortesía y abuso con medidas unilaterales, aunque su mercado nos represente unos US$600 millones, pues reconocemo s que esto puede afectar nuestras exportaciones.

Pero parece que a ellos no les importa que gastemos unos 5 mil millones de pesos del presupuesto nacional en asistencia a las parturientas haitianas sin documentación, traídas al país a parir. No les importa el “gesto humanitario” ni el alcance del Plan Nacional de Regularización de Extranjero ejecutado por el gobierno dominicano, sin costo alguno, que prácticamente benefició a los haitianos.

En nuestro caso, tampoco debe importarnos en cuantas “listas negras” inserten al país como violador de los Derechos Humanos, pues sin lugar a dudas hemos trabajado correctamente para manejar ese problema. Es tiempo de deshacernos del prejuicio que vomitan en contra del país por parte de algunos organismos internacionales, ONGs y los supuestos amigos de Haití.

Solo nos queda el camino de asumir firmemente el ejercicio de plena soberanía. Basta de seguir resistiendo los caprichos de Haití y de todo el que se le antoje.

La aparente condena

El veterano periodista Ruddy L. González, en su acostumbrada columna del Listín Diario, describió magistralmente la situación a la que me refiero, cito: “Los dominicanos pareciéramos condenados a sufrir todo tipo de vejámenes, burlas y presiones, que pretenden –y logran muchas veces– mantenernos de rodillas, dando explicaciones y rogando clemencia sobre el estado de las relaciones con nuestro vecino, Haití. Reuniones van y vienen”.

No tenemos que agregarle más nada a esta gran verdad con respecto a nuestra relación con el vecino país, realidad, que parecería enrostrarnos tener unas autoridades imbuidas en una especie de anomía estatal, que no distingue ni mucho menos parece extrañarse ante los procederes de las autoridades haitianas en contra de la República Dominicana.

La sentencia No.168-13, la Ley 169-14 y el subsecuente Plan Nacional de Regularización de Extranjeros se mostraron como la vía apropiada que rectificaría de una vez y por todas, el desorden migratorio imperante en las últimas cinco décadas en el país. La realidad es otra, pues a pesar de haberse vencido todos los plazos otorgados por el gobierno dominicano al Plan de Regularización, las principales calles y avenidas de nuestras ciudades han vuelto a llenarse de niños y mujeres pedigu¨enos haitianos, como también sucede en las zonas agrícolas y obras en construcción.

Esta restricción o veda, supuestamente terminó el 16 de septiembre del 2016. La práctica ha demostrado no ser así, para desgracia de una empobrecida población haitiana que busca saciar su hambre, a beneficio de una casta empresarial-política que busca saciar sus bolsillos a costa de exprimir la miseria ancestral que padece esa nación.

Entendemos, que Haití tiene el derecho de cobrar los impuestos correspondientes sobre todos los productos, bienes y servicios o mercancías que accedan a su territorio, como de hecho lo están haciendo, y nosotros también.

Ahora, el meollo del problema, es que Haití no tienen la capacidad para cobrar los arbitrios a miles de sus ciudadanos que cruzan la frontera dos veces a la semana, que de hecho genera un mercado informal o de menudeo, uno con la intención de subsistir y otros para adquirir productos en cantidades mínimas para revenderlos en Haití. Es a esta situación, a la que la oligarquía empresarial haitiana le ha puesto sus ojos y la quiere también para sí, no importa si perjudica a la masa pobre de ese país, a los pequeños comerciantes de allá y de aquí, o cause algún tipo de fricción diplomática con nuestro país. En fin, lo que importa a esa camarilla político-empresarial son sus intereses particulares, y no el interés común de un pueblo lleno de vicisitudes.

Todos pensamos aquí, que nuestra diplomacia debería ser más agresiva, aunque tolerante y como dice el dicho popular “El hombre es el único animal capaz de tropezar tres veces con la misma piedra”. Por lo tanto, si nuestras autoridades no actúan con determinación sobre la problemática migratoria, definiendo de una vez y por todas su política comercial con Haití, de seguro tendremos los mismos problemas, pero esta vez en un tiempo mucho menor.

El gobierno, productores y comerciantes, deben salir de la “zona de confort” que significa el mercado binacional de la zona fronteriza, y realizar los cambios que implicarían ciertos sacrificios que al parecer no estamos dispuestos a pagar. Solo espero que no sea tarde Basta ya de las constantes humillaciones, arrogancia y burlas de la diplomacia haitiana en contra del país.

La República Dominicana no puede seguir viviendo supeditada a decisiones abrazadas unilateralmente por Haití o tomadas muchas veces por capricho de algunos de sus funcionarios. Situación, que les puedo asegurar, ningún Estado del mundo la hubiese tolerado mínimamente, en el caso hipotético de que estos fueran sus vecinos.

La República Dominicana tendrá que definir una “agenda unilateral” frente a Haití sobre la base de dos aspectos fundamentales, como lo son: Migración y Comercio, porque el tiempo y la razón han demostrado que no hay forma ni manera posible de establecer una agenda bilateral con ellos.

Es hora de asumir y tomar decisiones que fortalezcan nuestras relaciones con Haití en base al respeto mutuo y derechos soberanos de ambas naciones, y no en base a “promesas reiterativas” que generan falsas expectativas, y luego se diluyen en simples engaños ejecutados al amparo de decisiones unilaterales de un Estado que nos pone de rodillas cuando le da la gana.

¡Hasta cuándo, pueblo dominicano!  

ABUSO

Durante dos semanas, sin explicación, el mercado binacional fue boicoteado por los haitianos. De este lado ninguna autoridad reaccionó.  

*El autor es miembro fundador del Círculo Delta [email protected]