Por Nélsido Herasme
Nos duele decirlo, pero es terrible lo que está pasando en nuestra sociedad. Cada día vemos como nuestro país, en términos de la moral, se degrada ante la impotencia de autoridades que, en materia de prevención y educación no han dado pie con bola.
Si desde las esferas oficiales no existe la más mínima voluntad para aplicar políticas públicas que den al traste con la detención de esta vorágine delincuencial, expresada de arriba a abajo, entonces, de qué vale que hayan metido preso al homicida de Emely Peguero Polanco, si buscando el cadáver de la adolescente con un embarazo de cinco meses aparecen dos jóvenes, una enterrada en el patio de una vivienda y otra degollada ardiendo en un vertedero.
De qué vale que cancelen del estado la botella que ostentaba la cómplice madre del asesino de la comunidad cibaeña de Cenoví, si las autoridades gobernantes no van a crear una mesa para discutir y analizar los métodos que han de aplicarse para detener esta avanzada violenta.
De qué vale que me enseñen y digan que están inaugurando nuevas aulas, si el porcentaje de la deserción escolar cada año crece con respecto al anterior y la calidad de la docencia es la misma desde que Cristóbal Colón subió el dedo.
De qué vale la construcción y remoción de hospitales y maternidades si no hay forma de cómo prevenir los embarazos en adolescentes y detener las realizaciones de cesáreas, las que están llevando a la muerte a muchas mujeres.
De qué vale que el mandatario de la República coloque un nuevo director general de la policía y este a su vez haga movimiento en su interior, si los agentes siguen halando aire y la Reforma para institucionalizar a la uniformada continua durmiendo el sueño de Pilarín.
De qué vale que me quieran convencer de que desde el gobierno se están combatiendo los males sociales que corroen a la nación, si desde el mismo estado la corrupción campea por sus fueros y nos hay forma de ver a un turpén compareciendo por ante los tribunales de justicia.