Por José Jáquez*
Este país vive una indetenible y odiosa cultura del enganche, que se manifiesta con mayor atrevimiento en el campo del humor, afectado por una sequía tan severa, que nos ha parado en seco las ganas de reír
Aquí se llega a presentador o presentadora de televisión y también a humorista en lo que pestañea un pollo, y nos hacemos las gallinas, soslayando el daño que se le hace al oído humano tener que oír tanta impreparación, pero parece estamos preparados para seguir contaminándonos del cieno verbal que chorrea por el micrófono en la radio, la tv y en los escenarios.
Resulta descabellado que el afable Jochy Santos haya representado al país, sin que conozcamos a los electores, en el Festival Internacional del Humor, lo que evidencia que este difícil arte, que debe reunir conocimiento, gracia e ingenio, ha dado un giro hacia atrás de 360 grados.
Hay que ser “presentado” para presentarse en un auditorio a repetir los chistes que ya las redes sociales han gastado y que tengamos que gastar entre mil y tres mil pesos para darnos el “banquete” que convierte en picadillo a los autores de finas y agradables hilaridades, cuyos nombres no se mencionan porque el verdadero humor nace de esa gente buena y creativa que tiene el mérito de no auto considerarse humorista, aunque realmente lo sea, y de mantenerse en el anonimato.
Todo el que pare un chiste, hasta en la situación más embarazosa, como la que vive la maternidad, puede considerarse humorista, pero a quien sólo lo cuenta se lo debe llamar intérprete o comediante.
Aquí confundimos, adrede, el término y nos viven llenando de humoristas con tal desfachatez, que la “nueva generación”, ésa, que no genera, se siente colega de Freddy Beras Goico, Luisito Martí, Roberto Salcedo, Milton Peláez, Boruga, Chespirito, Enrique Jardiel Porcella, Álvaro de Laiglesia y Paco Escribano, entre otros.
¿Cuánto tiempo tardará la humanidad para darnos otro Mario Moreno a contrapelo de los que tienen la cabeza en blanco?
Esa proliferación de “humoristas”, que pone de mal humor al más meloso de los seres humanos, es parte de la degradación social que nos afecta y que se manifiesta en casi todas las áreas del arte.
Es tan difícil la carrera de humorista, que resultan “quemados” los que el pueblo, sabio como el que más, reprueba en el examen espontáneo del aplauso.
Agarrémonos de los Santos y pidamos a Jochy que no actúe como humorista, para que cuando se presente como tal, no tengamos que recibir “El mismo golpe”.
- Tomado del Periódico El Nacional