Entonces, Ramfis Trujillo era fidelista..?

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Por JUAN CRUZ TRIFFOLIO

En las revelaciones de César A. Saillant Valverde dirigidas al licenciado Eduardo Sánchez Cabral, presidente del Comité Ejecutivo de la Junta Pro Glorificación de los Héroes del 30 de Mayo, 1961, salen a relucir interesantes y curiosos apuntes sobre la personalidad y el comportamiento de Ramfis Trujillo, hijo mimado del otrora perínclito sancristobalense Rafael Leónidas Trujillo Molina, a quien muchos dominicanos, por lealtad o temor denominaron el Jefe.

En agosto de 1962, Saillant, secretario personal y taquígrafo del vástago trujillista hasta su huida del país, el 18 de agosto de 1962, aludiendo su “deseo de cooperar” en todo cuanto estuviese a su alcance “para lograr la extradición de Ramfis Trujillo”, remitió la aludida correspondencia en donde, entre otros hechos de trascendencia histórica, narra la participación del heredero del dictador en el cruel y salvaje asesinato de los protagonistas del ajusticiamiento de su padre.

Ramfis Trujillo

En el extenso documento, publicado en formato de libro por la Editora del Caribe, en 1962, tienen los estudiosos del perfil psicosocial de la personalidad de Ramfis Trujillo y parte de los principales miembros de su familia, junto a su fiel allegado y eficiente servidor Joaquín Balaguer, una fuente de incalculable valor.

De la no siempre adorada madre del hijo del dictador, María Martínez, advierte Saillant Valverde, que “Se metía en todo y había que obedecerla”; incluso, “hacía recomendaciones en las Fuerzas Armadas y con nuestra política exterior” y que “Si en vez de Ramfis hubiera sido doña María quien gobernara abiertamente el país a la muerte de Trujillo, la dictadura hubiera subsistido algún tiempo más”.

Al hacer referencia a los atributos de José Arismendi Trujillo Molina, mejor conocido como Petán y su hermano Héctor Bienvenido, apreciado con el nombre de Negro, precisa el eficiente apuntador que al primero, “Ramfis le temía; lo odiaba como tío, pero le temía… como hombre” y que en septiembre de 1961, “ya tenía sorprendentemente adelantada su candidatura para la Presidencia de la Republica, su frustrada ambición de toda la vida”.

En cambio, sobre Negro Trujillo, resalta Saillant Valverde, evocando uno de sus encuentros con el hijo de hombre que durante 31 años gobernó con manos duras y sanguinarias la nación dominicana, que en cierta ocasión, le escucho decir: “-Tío Negro y tío Petán se complementan. Tío Negro es un boca abierta que tío Petán sólo tiene que decirle Tírate por ahí y por ahí se tira. Lo único que hay que temer de tío Petán es que es demasiado ambicioso: cada vez que habla conmigo se exalta y comienza a gritar como un loco: “Sangre! Fuego! Pólvora! Pólvora! Necesito oler pólvora! Dan ganas de reír. Yo sé que él ha dicho que tiene que ser presidente de la República aunque sea por una hora y José Ángel tiene la culpa de que tío Petán esté así, con todas las ideas de que le vive llenando la cabeza”

En torno al doctor Joaquín Balaguer, resalta que “se aferró al poder con el idealismo de un niño a un trencito de juguete”, al tiempo que subraya que “Se acostumbró a mandar -porque mandar es muy fácil y muy cómodo acostumbrarse- y sea porque todas las disposiciones del gobierno se trasmitían al través de él… terminó ejerciendo la autoridad pública con la conciencia íntima de que ésta se hallaba concentrada en su persona”.

Destaca César A. Saillant Valverde que ante Ramfis, María Martínez, Petán y Negro, a quienes califica como cuatro heliogábalos, “Balaguer parecía un ruiseñor rodeado por cuatro lobos hambrientos” y que no obstante, al pasar el tiempo, “el ruiseñor, ambicioso de glorias históricas, comenzó a inflarse, a inflarse, y se infló tanto que adquirió las dimensiones de un papagayo que al hablar, amedrentó a los lobos”.

Intentando describir los rasgos ideológicos del entonces Jefe de Estado Mayor General Conjunto de las Fuerzas de Aire, Mar y Tierra del país, el conocido colaborador trujillista, deliberadamente, expone un conjunto de acotaciones que, curiosamente, llaman a pensar que su jefe inmediato, Ramfis Trujillo, acariciaba ser recordado como un admirador del socialismo castrista.

Así se advierte en el documento en referencia cuando en uno de sus párrafos Saillant Valverde expresa: “Ramfis Trujillo ha sido siempre un fidelista autentico”.

Manifestado lo anterior, el incondicional servidor del hijo del entonces denominado Benefactor de la Patria y Padre la Patria Nueva, agrega: “Pasaba horas enteras escuchando los discursos de Castro, que hacía grabar y copiar a máquina en sus mismas oficinas; los originales los leía cuidadosamente, subrayando las ideas y frases que más le gustaban, y los archivaba cuidadosamente”.

Pero no todo se quedaba ahí, recuerda el dinámico asistente trujillista que “Muchas veces, en vida del déspota, Ramfis le enviaba esos discursos, indicándole en el frente de la pagina qué la Bestia debía leer”.

En ese mismo tenor, puntualiza el hombre de confianza del hijo del dictador, que el interés de Ramfis por Máximo López Molina, aguerrido militante de la izquierda revolucionaria de entonces, fundador del histórico Movimiento Popular Dominicano -MPD-, era sorprendente.

Asegura que Ramfis “llegó a tenerlo escondido en una casa de Boca Chica cuando toda la policía le buscaba en el país”.

Dice Saillant Valverde, en alusión a las chanzas que en algunos momentos generaba el descendiente del Generalísimo, que estando en su despacho preguntaba: “Y qué pasa con López Molina? No lo han encontrado todavía?.

Ante tal petición, la respuesta era preconcebida pues, según el autor de las revelaciones que sirven de sustentación de estas narraciones, en vista de que “… eran muy pocas las personas que en aquellos momentos sabían que Ramfis tenía a López Molina escondido en Boca Chica, al cuidado de una persona que por el momento voy a identificar por “A”.

Luego de analizar estos y otros recovecos y enigmas que envuelve la historia contemporánea dominicana, además de concluir en que es impostergable su estudio a profundidad, serenamente, también luce valido, hasta ciertos parámetros, el no olvidar la esencia de la máxima popular que reza: “En este mundo de Dios, nada es verdad, nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”.

Acostumbrémonos a leer, escuchar y observar realidades que aun se tornen desagradables, terminan perfilándose extrañas pero a la vez, interesantes. Ya lo saben…