Por Juan Tomás Taveras
Nuestra sociedad está enferma, y su peor mal es la contaminación del alma de aquellos que manejan poder, a quienes se les ha olvidado que son seres humanos y actúan como robots o monstruos programados para dañar y destruir a otros, beneficiándose del sacrificio de su trabajo. Es tiempo de amar y de cambiar el viejo refrán: «Mientras más conozco al hombre, más amo a mi perro».
Es tiempo de recordar que la institución más importante de toda la sociedad es la familia, porque en nuestro Estado convulsionado, sin institucionalidad ni respeto a las normas, el rol de la familia se está dejando fuera, y prácticamente ninguna institución se preocupa por respetar y promover los valores familiares.
Como ejemplo podría citar a Israel, un pueblo con una gran historia, un Estado joven con una extensión pequeña en territorio y población, pero es sin embargo uno de los más influyentes en el mundo, porque su poder reside en la familia,.
Imitar los buenos ejemplos es de sociedades inteligentes, y si queremos avanzar debemos hacer lo mismo, pero lamentablemente, no es así. En nuestro país la familia dominicana se está destruyendo y la principal influencia para dañarla cada vez más proviene de las autoridades públicas y de los protagonistas de los poderes fácticos.
Recientemente viví una experiencia de reflexión junto a un grupo de buenos dominicanos, y pude confirmar, una vez más, que no existe nada más poderoso en el universo que dar amor. Sin lugar a dudas, me atrevo a afirmar que si despertamos el amor en el seno de nuestras familias e irradiamos amor a los protagonistas de la política y los poderes fácticos, nuestro país, nuestra sociedad, podrá medrar y concluir el sueño de Juan Pablo Duarte.
La Biblia, en Corintios 13, La preeminencia del amor, nos habla de la fe, la esperanza y el amor, afirma claramente que el amor se sobrepone a todo y nunca deja de ser. Jesucristo dio su vida por amor a la humanidad y nos legó: «amarnos los uno a los otros o amar al prójimo como a uno mismo».
En la novela El alquimista, de Paulo Coelho, e «Historia de dos que soñaron», de Jorge Luis Borges, se dejan ver claramente cuáles son nuestros tesoros, y que la felicidad está dentro de cada uno; es ahí que debemos buscar, dentro de nuestro corazón y en nuestros pensamientos.
Urge que cada dominicano cultive amor dentro de su mente, alma y corazón, y para ello me permito invitarles a que a partir de este momento en que me están leyendo, se conviertan en catalizadores de amor dentro de sus familias con acciones muy sencillas, sacando un minuto cada día para mirar a sus familiares y seres queridos a los ojos, abrazarlos y decirles lo que significan para ustedes. Ejemplo: ¡Hola mamá! (papá, hijos, hermanos, amigos, compañeros, esposos), quiero que sepas que eres muy importante para mí, te amo, si en algo te he ofendido o te he fallado, te pido perdón. Y en caso de que no puedan hablar, mírenlo y abrázenlo. Ya verán los resultados.
Dar amor es la forma mágica para ser feliz. «Dar amor es la acción para cambiar al mundo. Súmate y vive».
Dios le bendiga siempre, pueblo dominicano.