Por Juan Cruz Triffolio
Desplazarse por la Autopista Las Américas en horas de la noche o plena madrugada representa, sin exageración alguna, un motivo de gran tensión y riesgo.
La espaciosa vía que da acceso al más importante centro aeroportuario de la nación, no obstante la mejoría exhibida en sus condiciones de pavimentación, iluminación y señalización, continúa tornándose temerosa.
Se trata de una arteria vehicular con un constante y crecente flujo de personas, unas de vuelta a su país, otras de viaje al exterior, quienes generalmente se entienden llevan o traen consigo importantes sumas de dinero, y por tanto, representan apreciables presas inofensivas de maleantes desalmados, mecenas del crimen y el dolor.
De lo anterior, no obstante se reconoce la valiosa intervención de algunas brigadas del área militar bajo la tutela del Ministerio de Obras Publicas y Comunicaciones, medios informativos frecuentemente narran la ocurrencia de dolorosos episodios donde, además de ser víctimas de los delincuentes algunos nacionales, también se exponen las desgarradoras experiencias vividas por visitantes extranjeros, quienes muchas veces optan por jamás hacer presencia en el territorio dominicano.
Ante esta repetida, penosa y vergonzante realidad vandálica que proyecta una enervante imagen de la Patria de Duarte, tal si fuera una ratificación de la promoción turística que subraya «República Dominicana lo tiene todo», urge la necesidad de diseñar y aplicar una alternativa de solución a tan acuciante y lastimosa situación.
Como respuesta a enfrentar la problemática enunciada ha de surgir y ejecutar un plan de acción permanente que supere el manoseado criterio del exhibicionismo y el protagonismo insaciable de notoriedad en los diversos medios audiovisuales y que, de manera silenciosa pero efectiva, enfrente a quienes tienen por práctica y sustentación de vida la violencia, la delincuencia y el crimen.
De tal manera, teniendo en consideración lo antes descrito, junto al permanente y ascendente movimiento de personas que recurren, por diversas razones, al Aeropuerto Internacional de Las Américas Doctor José Francisco Pena Gómez, conocido como el AILA, se advierte la acentuada necesidad del establecimiento y funcionamiento de un eficiente, seguro y confortable servicio de transporte público y colectivo diario.
Este valioso servicio debe funcionar atendiendo a los horarios de vuelos programados en la mencionada terminal aérea, las 24 horas del día, laborable o festivo, estableciéndose dos paradas fundamentales, definiendo el inicio y destino, conforme al modelo de transportación expreso.
Su seguridad ha de estar bajo la responsabilidad de un personal especializado, entrenado previamente, tal como ocurre, por ejemplo, en el sistema de transporte colectivo mejicano, por sólo referirnos a un caso, entre muchos otros.
Sus entuertos podrían ser corregidos en la medida en que discurra el tiempo y una vez afinado el sistema de transportación sugerido, seria de mucha validez el aplicarlo en la movilidad de pasajeros hacia otros aeropuertos del país y la ciudades más cercanas y seguras.
Sería una iniciativa novedosa y apreciable para muchas familias que fuera de ofrecer confort y puntualidad, garantizaría la seguridad que tantos dominicanos de aquí como de allá deseamos al momento de desplazarnos.
La propuesta ha sido formulada y sin ningún otro mérito que trascienda fuera de los linderos de la eficiencia colectiva, ojalá a alguien se le ocurra convertirla en una realidad útil y valiosa en nuestra convivencia cotidiana en una sociedad digna de mejor suerte.
Santo Domingo Este, RD
Julio 31 del 2018