Por Patrick Kingsley
MADRID — Entrar al Bar Oliva, en un suburbio sureño de Madrid, es como regresar 44 años en el tiempo.
El dictador Francisco Franco murió en 1975, pero su espíritu sigue vivo en el bar, donde hay retratos suyos en las paredes, un busto detrás del mostrador, su rostro se asoma en las etiquetas de las botellas de vino y un mapa de su campaña victoriosa durante la Guerra Civil cuelga encima de una mesa.
«¡Franco presente!», declara un letrero al lado de la puerta.
La extrema derecha también está presente.
La bandera de un partido de extrema derecha desintegrado envuelve la televisión. Varios clientes dicen que votarán en las próximas elecciones generales de abril por Vox, un partido xenofóbico que probablemente se convierta en el primero de extrema derecha en conseguir escaños parlamentarios en cuatro décadas.
El bar es uno de doce marcados en un mapa de establecimientos que recibe a fascistas en España, el cual está circulando entre los simpatizantes de Vox.
«La gente viene de toda España para ver este lugar», dijo el propietario una noche reciente de sábado.
«Vienen al Valle de los Caídos», el monumento al oeste de Madrid donde fue sepultado Franco, «y vienen conmigo», añadió Xianwei Chen.
Chen, como lo sugiere su nombre, es un personaje sorprendente. El propietario de un bar adornado con banderas españolas y frecuentado por xenófobos es, de hecho, chino. Es una ironía que no dejan de lado los visitantes asiduos al lugar.
«Solíamos bromear con él», dijo Jesús López, camionero de 51 años: «Si Franco siguiera vivo, te mataría».
Chen se ha esforzado para allanar el terreno para una resurrección franquista.
Ha recibido a los descendientes de Franco en el bar; una fotografía grupal de la reunión está en la pared frente al mapa de la guerra civil española. Hasta que sus vecinos se quejaron, ondeó la bandera de la España franquista desde el balcón de su apartamento, con vista a la entrada sur de la cafetería.
Su hijo de 4 años se llama Franco-Xi.
Franco prohibió todos los partidos políticos independientes y los sindicatos comerciales, censuró todos los diarios y supervisó el asesinato de cientos de miles de opositores capturados después de su golpe de Estado en 1936. Chen cree que el dictador fallecido tiene muchas cualidades dignas de admiración.
«La gente dice que en la época de Franco no había libertad, pero eran otros tiempos», dijo Chen, de 41 años, a modo de explicación. «Gracias a Franco, España no se involucró en la Segunda Guerra Mundial. Gracias a Franco, España tiene seguridad social. Y construyó los embalses sin ayuda de ningún otro país».
El camino de Chen a la francofilia fue descomunal. Nació en China y pasó más de la mitad de su vida en Qingtian, una ciudad costera cerca de Shanghái desde la que han salido cientos de miles de migrantes hacia Italia y España.
En 1999, Chen hizo el mismo recorrido y comenzó a trabajar en una fábrica de plásticos española, dirigida por un primo suyo. Poco a poco empezó a incursionar en el negocio turístico y, en 2010, compró Bar Oliva.
En un comienzo lo administró como un bar normal. Pero después de aprender más sobre Franco y de sentir agrado por lo que aprendía,Chen decidió en 2013 convertir el lugar en un monumento a él. Su objetivo era, en parte, rehabilitar la reputación del Caudillo.
«La gente habla mucho sobre Franco», dijo Chen, «pero no lo conocen».
Los detractores de Franco consideran que Chen está en lo correcto, aunque no por las razones que él cree.
Muchos españoles aún no reconocen la brutalidad de Franco como se debe, dijo Antonio Maestre, un periodista prominente de izquierda. El Bar Oliva, que se encuentra en un cruce principal madrileño y se acepta como parte del tejido de la comunidad local, es un síntoma de ese fracaso.
En un país donde el nombre de Franco se ha eliminado de muchos letreros de calles y estatua suyas fueron retiradas de la mayoría de los espacios públicos, Bar Oliva puede considerarse una rareza.
No obstante, es igual de emblemático de una España en la que se permitió a los políticos franquistas desempeñar papeles prominentes en la vida pública y muchos crímenes de la época de Franco siguen sin reconocerse ni castigarse.
A pesar de los esfuerzos para exhumar los restos de Franco para trasladarlos, su tumba sigue siendo un sitio de peregrinaje, mientras que miles de sus víctimas siguen estando en fosas comunes.
Maestre comentó que la mera existencia del bar enfatiza la «aceptación total de esta cultura de exaltación de la dictadura» dentro de la sociedad española contemporánea.
Sin embargo, la repulsión de una familia de votantes de izquierda que entró al bar sin conocer el interior sugiere que esta aceptación no es universal.
«Primera vez que vengo y también la última», dijo Valeria Martínez, mientras compartía un poco de jamón serrano con su hija y yerno. «Solo nos quedamos a comer el jamón».
Perola presencia de doce policías uniformados en el bar esa misma noche, sin que les preocupara lo que eso sugería sobre sus preferencias políticas, pareció subrayar el punto más general de Maestre.
Los oficiales, que dejaron sus autos estacionados ilegalmente afuera, entraron y salieron del bar toda la tarde. Los veintitrés gorros de policías y militares que cuelgan arriba del mostrador —Chen dijo que todos fueron donados por oficiales en servicio— indicaban que su presencia no era ninguna aberración.
Chen comentó que, además, el negocio está creciendo. El ascenso de Vox y la crisis por el independentismo catalán han atraído a más clientes a su bar, de acuerdo con el propietario.
«Mucha gente que tenía sentimientos nacionalistas perdió el temor», comentó. «Ya no tienen miedo de expresarse».