Pablo Milanés. Bayamo, Cuba, 1943. Cantautor. Hoy toca en el Inverfest 2019 de Madrid, patrocinado por Hyundai. En los 60 lideró, junto a Silvio Rodríguez, la Nueva trova cubana y 50 años después aún tiene energía para sacar cuatro discos en un año. Eso sí, la música y la política actuales le ponen malo.
¿Qué relación mantiene un artista con canciones con las que lleva conviviendo décadas?
¿Aún las quiere? ¿Le aburren? ¿Se convierten en rutina?
Las quiero, las quiero. A unas más y a otras menos, pero a todas. Antes de dar a conocer una canción, tú ya has hecho una selección. Has escrito y roto papeles una y otra vez, hasta que das con lo que querías. Esa selección previa ya significa que la canción te complace. Todas las canciones publicadas, en definitiva, son preferidas tuyas.
¿Suele coincidir con el gusto del público a la hora de valorar sus canciones?
Desgraciadamente, siempre hay una o dos canciones en cada disco que son las que gustan al público y otras 10 que quedan en el anonimato y a mí me encantan. Al final esas canciones las escribes para ti mismo.
Hay artistas que acaban odiando cantar sus grandes éxitos. ¿Es su caso?
No, no. Mis canciones más conocidas me gustan mucho. Es increíble, porque no sé los miles de veces que la habré tocado, pero aún disfruto al cantar Yolanda. Disfruto de verdad. Lo que pasa es que uno siente también dolor por aquellas que son desconocidas y sigo intentando cantarlas en mis recitales, aunque sea correr cierto riesgo. El público merece conocer cosas que no ha oído nunca y yo no quiero acomodarme, que es un posibilidad a estas alturas de carrera.
Vivimos un ‘boom’ de la música latina a nivel mundial, pero, obviamente, son estilos que nada tienen que ver con lo que ustedes popularizaron hace 40 años. ¿Le interesa el fenómeno del reggaeton y derivados?
No. Si acaso, me interesa en el sentido de analizarlo y criticarlo. La música de hoy se ha comercializado tan absolutamente que ya no es música. Diría que el reggaeton es un recitativo de cosas, a menudo, groseras. Ya no tiene nada que ver con la música. Lo que están haciendo son monólogos. Cabe más dentro del teatro que dentro de la música… si es que el teatro los admite.
Para quien, principalmente, cantó al amor y a la revolución, ¿resulta frustrante cómo se tratan ahora estos temas en la música?
No se tratan, los evitan. La vida es la misma y la situación social y cultural del mundo es la misma. Sigue habiendo cosas para expresar que generen un sentimiento de amor y de lealtad al ser humano. Todo eso se está traicionando. Ahora hablan de cosas que nada tienen que ver con eso, que son superficiales y groseras. Evaden todas las razones de la existencia del ser humano. Me parece lamentable y me parece más lamentable aún que haya compañías internacionales que estén apoyando eso, que estén inventando a diario pseudoestrellas que se desinflan rápido, pero da igual porque inventan otra, otra y otra. Así el mercado no se agota, porque hay una cadena de artistas, emisoras, televisiones y compañías que no cesan de especular.
Cuatro de sus hijas se han dedicado a la música…
Más, más. Tengo otro mayor y otro pequeño que también. Ha sido espontáneo, porque ninguno tomo consciencia de quién yo era y lo que hacía hasta los 12 años.
¿Y ninguno ha elegido estos estilos que no le gustan?
¡Cómo que no! Un hijo mío hace rap. Antonio, de 18 años. Tiene una formación clásica, pero le dio por el rap. Y yo no me opongo a eso, siempre que sus textos sean admisibles. Está creando una serie de melodías alrededor del rap que, para mí, son algo innovador. En fin, yo hubiese querido otra cosa, pero ¿qué le voy a hacer? Son los tiempos y las influencias y contra eso no se puede hacer nada.
Usted fue durante muchísimo tiempo un gran defensor de la Revolución cubana y del castrismo, aunque tuvo sus más y sus menos en los últimos años. ¿En qué punto está su relación con Cuba?
Yo soy residente y ciudadano cubano. Vivo allí con mi familia, aunque como mi mujer es española venimos a menudo. Amo a mi país y, por favor, no caigamos en una conversación política porque no quiero hablar de eso.
¿Por qué alguien que siempre ha hablado abiertamente de política ya no quiere tratar el tema?
Me he cansado. Actualmente considero a los políticos lo contrario de lo que es un revolucionario. No me cuesta hablar de Pepe Mujica, de Nelson Mandela… Pero, fuera de ellos, no encuentro nadie al que se le pueda incluir en lo que debería ser un político y es un revolucionario.
¿Tampoco a Fidel Castro?
Él fue un hombre, nada más.
¿Y usted?
Yo soy un revolucionario. No soy otra cosa. Un hombre de izquierdas revolucionario y creo que ya me muero así. Los revolucionarios no cambian. Esa es la esencia. Y cuando un revolucionario se convierte en un político y hace concesiones, se traiciona a sí mismo. Ya no es revolucionario.
Dijo en una ocasión que desconfía de los dirigentes que superan los 75 años. Usted va a cumplir 76. ¿Nos podemos fiar de los músicos de esa edad?
Sí, claro. Al menos mientras tenga facultades, que es el problema. Yo considero que aún las tengo y cantaré hasta que, por lealtad a mí mismo, vea que ya no puedo más.
¿Se vuelve uno perezoso con los años? ¿Alguna vez piensa que para qué se va a poner a trabajar y componer, si cantando Yolanda ya lo tiene hecho?
¡Qué va, qué va! En 2018 hice cuatro discos: uno de salsa, otro de canciones tradicionales cubanas, otro con un pianista con el que trabajo hace años y otro en inglés. Imagina tú si me quedan fuerzas y voluntad para seguir trabajando. Todo eso aparte de los conciertos, que voy a cualquier pueblo del mundo donde me inviten. Aún me queda energía.