Habitualmente siempre que aludimos al tema haitiano, no somos dados a analizar la historia, y peor aún, a veces tendemos a ignorar que Haití representa para nuestra nación el más trascendental desafío en los últimos cincuenta años. Esta omisión constituiría una grave e imperdonable torpeza para los líderes políticos que han gravitado durante el último medio siglo de nuestra democracia.
Sabemos que no son nuestros enemigos -no representan una amenaza militar- pero su megapoblación concentrada dentro de un Estado Fallido, que no satisface, ni responde las más mínimas condiciones elementales que requiere todo ser humano para sobrevivir, esto sí constituye la “amenaza” más grave que enfrenta la República Dominicana en estos tiempos de convulsiones e inestabilidad.
Es esta una inminente amenaza, que de continuar siendo ignorada por todos o por conveniencias particulares y económicas de ciertos dominicanos con capacidad de influir y decidir, pueden convertir en obstáculos para alcanzar nuestros intereses nacionales. Al parecer olvidan o relegan a un tercer plano la situación de resquebrajamiento del vecino país, aún conociendo las insondables diferencias existentes entre ambos Estados, y simplemente se hacen los ciegos, sordos y mudos.
Nuestro mundo cambió vertiginosamente, pero Haití, desdichadamente continúa ancorada en tiempo y espacio, atrapada en sus circunstancias ancestrales, aún transcurridos 215 años de su independencia. Es una nación aferrada al eterno “Círculo del Caos”, donde impera una oligarquía que se beneficia de la violencia, corrupción, destrucción, impunidad e ingobernabilidad de un pueblo sumido en la indigencia total. En tal sentido, el doctor Oliver Gliech, experto en el tema haitiano del Instituto Latinoamericano de la Universidad Autónoma de Berlín, describe el problema de este modo: “Durante décadas, vivieron en un régimen de poder legitimado por la fuerza, y no es de extrañar entonces que al caos sangriento de la guerra del siglo XIX le sucedieran rebeliones y golpes de Estado, monarcas autodenominados, dictadores y gobiernos que eran rápidamente derrocados”. Este mismo sistema, increíblemente, continúa imperando hasta hoy.
Haití, nuevamente está arrinconada por protestas populares -canalizadas o no- donde el salvajismo se incrementa hacia una escalada del caos total, imperando los asesinatos, saqueos, destrucción de bienes y servicios, exigiendo la renuncia del presidente Jovenel MoÔse, mientras la comunidad internacional calla y no actúa, pues al parecer perciben esta situación como normal, supongo, porque Haití nunca ha salido del Círculo del Caos.
Estos lamentables hechos y guardando la distancia, me recuerdan el mismo comportamiento de la comunidad mundial y su organismo rector (ONU) ante los acontecimientos del conflicto étnico de Ruanda (1994), que en mi opinión no quisieron entender ni les importó intervenir a su debido tiempo, trayendo como consecuencia un genocidio que costó la vida de unas 800 mil personas.
Nuestra preocupación se incrementa cuando en un diario de circulación nacional, por curiosidad leo una noticia escrita en letras pequeñas de un contrato -nadie casi las lee- donde señala que, el Programa Mundial de Alimentos (PMA-ONU) advierte que uno de cada tres haitianos se encuentra en situación de inseguridad alimentaria “grave” debido a la crisis económica, los disturbios sociales y la disminución de la producción agrícola.
Su portavoz, Hervé Verhoosel expresó durante rueda de prensa celebrada en Ginebra, que un estudio realizado entre 11 millones de haitianos en octubre del presente año, casi 3.7 millones padecen “inseguridad alimentaria grave” y entre ellos, más de un millón están en situación de “emergencia”.
Debemos destacar que la clasificación de la seguridad alimentaria (IPC) del PMA-ONU, la divide en cinco fases, donde la situación de “emergencia” está clasificada como Fase IV, y significa que las familias deben hacer frente a dificultades extremas para satisfacer sus necesidades alimentarias. La Fase V tipifica como situación de “hambruna”, y Haití no está lejos de ahí.
Verhoosel, advirtió que “sin ayuda inmediata la situación se deteriorará aún más, y que el número de personas que necesitan ayuda alimentaria urgente pasará de 3.7 millones a 4.1 millones para marzo de 2020”. Esto es parte del problema principal que enfrentará el pueblo dominicano por el fatídico plazo establecido que está al doblar de la esquina.
En tal sentido, el experto en relaciones internacionales, Iván Ernesto Gatón, puntualizó: Haití es un caso muy sui generis y particular que no se le ha prestado la debida atención. Es un país con una economía desbastada, donde ni el 2% de su territorio es cultivable, que vive prácticamente de la ayuda exterior. Especificando que, para que un país se desarrolle económicamente primero debe tener estabilidad política, porque de lo contrario nunca logrará ese objetivo.
Gatón afirmó, que ese empobrecido país no tiene otro lugar hacia dónde ir que no sea nuestro territorio, advirtiendo que “la República Dominicana no se ha dado cuenta que Haití es una amenaza para su futuro”.
Sin caer en mezquindades, debemos reconocer los esfuerzos y cuantiosos recursos económicos del Gobierno invertido en la zona limítrofe, así como despliegue de miembros y equipos de las Fuerzas Armadas, quienes desde mucho antes de explosionar la actual crisis imperante en Haití, ya habían iniciado un proceso de fortalecimiento de la defensa y seguridad a lo largo de la línea fronteriza, no solo para controlar, sino para evitar una masiva entrada ilegal de haitianos a nuestro territorio.
Sin embargo resulta extraño, contraproducente e inconcebible, dado el momento coyuntural de la grave crisis que vive Haití, el retiro por parte de la ONU de sus tropas (MINUSTAH) en medio de un caos total, obviando al parecer que una de las misiones primordiales de la ONU, es la de proteger y auxiliar a sus países miembros ante situaciones de esta naturaleza. Una realidad que me resulta cuestionable y sospechosa.
Estos hechos demostrables por demás, obligan a nuestras autoridades a no desvencijar las medidas adoptadas ni permitir que se pierda el efecto cualitativo de las medidas adoptadas, por el contrario, debemos estar ojo avizor ante la caótica situación que vive Haití, porque una abrupta desestabilización e ingobernabilidad asociada a una hambruna colectiva, indican sin temor a equivocarme, que el día menos esperado miles de haitianos huirán empujados por la miseria hacia nuestro país.
Sabemos que a los dominicanos nos encanta discutir u opinar de deporte y política, como el más conocedor del tema. Consideramos que llegó el momento de prestarle atención a la situación haitiana, que constituye el más peligroso desafío que vislumbramos como nación en este siglo, haciendo un llamado a la conciencia cívica y patriótica del pueblo dominicano, porque un estallido social en Haití nos afecta a todos.
Hoy más que nunca debemos mantenernos unidos en defensa de nuestra soberanía nacional, dejando por de lado la bullanguería política y las apetencias individuales o grupales, porque la República Dominicana está por encima de todo. ¡Dios nos ilumine y bendiga siempre!
*El autor es miembro fundador del Círculo Delta