Por Tejeda Ortiz
Por necesidad, un día comencé a buscar a Dios por los mundos siderales. Cerca de un lucero soñoliento, un ser de luz me señaló en secreto, mirando para todos los lados, donde podría estar. Sin pensarlo, partí para el referido lugar y al despertarme me encontré en Río San Juan a la orilla de la Laguna de Gri-Grí, donde exactamente se encontraba. ¡Río San Juan era una parte del paraíso!
Con un cielo más azul que los pintados por Bidò, un Atlántico cómplice escondía para algunos visitantes la magia de peces de colores que declamaban las poesías de Neruda y en trance escuchan las canciones de amor de Sonia Silvestre.
El que visita a Río San Juan jamás puede olvidarlo. El primer día que fui, había carnaval. Desde el fondo del mar, vi saliendo personajes que no dejaban de sonreír. Eran muestras de fantasías marinas impresionantes, únicas. Esperé un poco y vi los pinceles casi imperceptibles de artistas responsables de esa magia. Reconocí a Fidelina José y a Persio Checo, casi escondidos.
En pocos minutos, el pueblo se transformó. Las calles se llenaron de colores y de música, con personajes fantaseados que terminaban sus danzas en medio de la Laguna de Gri-Grí, en una tarima llena de flores y de mariposas. ¡El carnaval marino de Río San Juan había crecido y había encontrado su identidad!
En reconocimiento a toda su dedicación a la recreación de este carnaval de magia y fantasía, Fidelina José, en marzo del 2011, fue escogida como la Reina del Desfile Nacional de Carnaval, tocándome el privilegio de ser su acompañante como Rey. ¡Fue un reinado de alegría, algarabía y fantasía!
Fidelina fue una mujer de ideas progresistas, al lado de las causas más nobles de su pueblo, que por amor a él se dedicó a su carnaval, así como al destino de Rio San Juan. Participó políticamente, siendo regidora y Presidenta de la Sala Capitular.
La propuesta carnavalera de Fidelina, de Persio y del grupo de promotores fue la búsqueda de su identidad, recreando su medio ambiente, con la imponencia marina de un Atlántico majestuoso, lleno de magia, con siluetas clandestinas de personajes marinos de fantasía, con diversidad de colores y de una luz transparente de arcoíris danzantes que convocaban al universo.
Este carnaval redimensionó al turismo, enseñó la creatividad y la diversidad de artistas populares, la capacidad de un pueblo cuando se reencuentra con sus raíces, con sus ancestros, cuando no está de espaldas a su medio, a sus tradiciones, a sus leyendas, cuando asume conciencia de su identidad y siente el orgullo de su historia.
Hoy, en medio de esta cuarentena obligatoria por el Coronavirus, recibo con dolor la triste noticia de tu partida a destiempo y con impotencia por no poder irte a darte el último adiós, rebusco mis mejores pensamientos para dártelos como ofrenda.
Me tranquilizo un poco. Supe de la recepción que te hicieron al llegar al paraíso. El mayor sorprendido fue San Pedro, porque sintió un “bullicio” y no sabía que era. Fue que Papá Lilo, acompañado de Abel, Abelito, Papo, Momón, “Caja”, Fanny, la India Anacaona y los demás miembros de la Comparsa de los Indios de San Carlos que están allá te fueron a dar la bienvenida.
“Linda”, Rudy y el “Primo”, con su banda musical y varios Guloyas más, llegaron tocando y danzando, mientras que Raudy Torres, “Mochila”, Pipí, “Canillita”, Walter James y José Datt, vestidos de Robalagallina, no se cansaban de bailar.
San Pedro se sorprendió aún más, cuando llegó Afredito y “Moro” con varias Cachúas dando fuete al aire y como los diablos no podían quedarse, apareció “El Chino”, con el Papá de Pepe, Aná, Alberto Koury (camuflado de Taimacaro) y José Aliés, dando vejigazos. Tarde, llegó El Pinto y Bulá, con sus tiznaos, al igual que Pedrito La Salsa, mientras que Víctor Piñeyro conversaba con Rafaelito Lala de Baní, con El Artístico y con Antonio Pérez que llegó de Azua vestido de indio, mientras Fonso Koury no descansaba de tirar fotografías para una exposición a realizarse en una galería que está enfrente de la casa de donde vive San Santiago.
Conociéndote, Fidelina, sé que solo sonreías y no te cansaba de dar las gracias. ¡Hasta luego, amiga del alma! ¡Carnavalera de sueños y de la vida! ¡Artista del pueblo!