Por Santiago Castro Ventura – Médico-pediatra.-
La humanidad ha sido estremecida con dos guerras mundiales de tristes secuelas mortuorias, que han dejado signada su impronta catastrófica en los anales de la historia. Siempre se ha mantenido la expectativa de una tercera contienda ecuménica, se pensó en una coyuntura de esa naturaleza con la guerra de Vietnam, luego regresó la preocupación con la invasión a Irak. Este año bisiesto 2020, desde sus primeros días acarreó presagios nocivos en torno a una guerra de gran magnitud, que por suerte se disipó. Sin esperarlo, de repente a nivel global se ha presentado una embarazosa conflagración, no originada por las tradicionales controversias de las potencias, ni por un ejército extraterrestre, sino de curiosas tropas terrestres de modo inverosímil invisibles, porque el ejército agresor ‹Covid-19› es un virus de RNA y estos son propios del mundo que vivimos, nunca algunos de ellos fue tan pretencioso tratando de investirse de una asombrosa dosis de letalidad con alcance universal. Ni siquiera la peste cuando tenía la ventaja del escaso desarrollo de la medicina.
Podría argüirse que el virus ‹A H1N1› de la ‹influenza o gripe española› logró un alcance patógeno similar o mayor que el ‹Covid-19›, pero eso es difícil determinar. Precisamente esa pandemia tiene el nombre de ‹gripe española›, porque entre los países europeos más afectados en España fue que mejor pudo medirse su morbilidad y mortalidad, allí no había llegado la voracidad de la primera guerra mundial. En los países inmersos en la contienda, otras enfermedades clínicas reflejos indirectos de esas acciones podían confundir los porcentajes de las víctimas exactas de la ‹gripe española›.
Para fines no solo bioestadísticos, sino de impacto social la ‹gripe española› siempre tendrá la desventaja, pues competía contra otra enfermedad demoledora que era la primera guerra mundial. El ‹Covid-19› se ha apoderado de modo exclusivo de todo el escenario universal para realizar su inesperada escalada. Si contara con voz propia diría que es el gran ejército a vencer en esta atípica tercera contienda mundial, que ha puesto hasta hacer chistes crueles al mandatario del país más poderoso.
En una guerra se estiman las victorias de los ejércitos no solo por el terreno conquistado, sino por el terreno a retener. Por eso, las huestes de ‹Covid-19› pese a su extraordinario despliegue ofensivo están condenadas a ser derrotadas. Circunstancias reales de la estructura del RNA en variantes climáticas apuntan contra ese enemigo hercúleo y otra que es la mejor arma contra el agresor pero lamentablemente incomprendida, la de cercarlo con las cuarentenas. Sus medios de movilidad son muy limitados, para trasladarse tiene que refugiarse en las gargantas de los humanos, no es como el vector mosquito que tiene relativa autonomía de vuelo. Entonces, AISLAR al ‹Covid-19› constituye el armamento ideal para derrotarlo, que no pueda seguir usando de modo impune los vehículos humanos para desplazarse, ganar territorio y verter sus bombas venenosas.
De modo insólito, el incumplimiento con ese precepto vital de AISLAR al ‹Covid-19› que tanto se ha cacareado, es que ha fortalecido su increíble avance arrollador. Aunque muchos sigan pretendiendo no entenderlo, es la realidad monda y lironda.
En nuestro medio, las dificultades en las medidas de cuarentena de modo lamentable no podemos segregarlas del ambiente político-electoral, principalmente por parte de las autoridades, responsables de la seguridad ciudadana. Un ejemplo elocuente es como se ha manejado el muy deplorable caso de Puerto Plata. Una larga e injustificada “procesión” que de modo inexplicable nunca fue detenida y luce se preparó un escenario que desembocara en escándalo sanitario, para luego realizar un gran escarceo “heroico-preventivo” en esa provincia. “Rapidez” que no asumieron las autoridades en el momento necesario para evitar la enfermedad se propagara en todo el país.
Estas conductas estimulan al descreimiento poblacional en las normas de combate a la enfermedad. Promueve que muchos ciudadanos con limitaciones educativas piensen que la epidemia es un “lío entre políticos”, y no acepten que el arma principal es la cuarentena.
Este grave dilema no se puede mezclar con política partidaria por ningún costado, sin importar el color partidario. Hay un peligroso rival auténtico y común el ‹Covid-19›, que se debe atacar por su flanco débil, y hasta ahora es aislarlo. No es un descubrimiento, se está predicando desde el primer día, que se consuma en sus dos o más semanas de escondite en el organismo que ha asaltado de modo secreto dando solo ligeros síntomas, pero que no pueda brincar a otro transporte humano para seguir propagándose. Ahí entra en función otra fase estelar, identificarlo en sus ocultas trincheras de las orofaringes humanas, algo que en nuestro medio ha sido muy limitado. Mientras más enemigos se ubiquen ocultos en las gargantas humanas con las pruebas diagnósticas, más se acorta su movilidad por la vía del aislamiento. El PCR y las pruebas rápidas son claves para que nadie de modo inadvertido transporte al enemigo.
Obviamente las identificaciones de los casos deben contar con el apoyo del equipo de combate, para evitar que las víctimas embestidas con síntomas claros no pierdan la batalla ante la agresiva patología. Ahí entra la acción del ejército sanitario.
Este aspecto de arrinconar al ‹Covid-19› en sus escondites es el más arriesgado. Combatir cara a cara ante el nutrido tableteo viral de este peligro enemigo, corresponde esa tarea al personal sanitario con sus armaduras de bio-protección muchas veces endebles. En la enconada jornada no pocos han quedado fuera de combate, como ocurre con los ejércitos regulares en las batallas.
En las guerras también se toman muy en cuenta las bajas entre los contendientes, las producidas a los soldados del ‹Covid-19› obviamente no se pueden computar, solo se sobreentienden luego que un país o región ha sido liberado de sus influencias. Cuando esto ocurre nos imaginamos que millones de sus soldados fueron vencidos, principalmente por las armas más efectivas contra ellos la cuarentena que los acorrala evitando los contagios, y el aislamiento y tratamiento de los agredidos. La ciudad China de Wuhan es el ejemplo.
El saldo luctuoso de la segunda guerra mundial se ubica de 50 a 60 millones los muertos, pero el conflicto bélico se extendió por seis años, y esas defunciones eran de ambos bandos. Este apenas tiene cuatro meses y la Universidad Johns Hopkin monitorizando las bajas, las estima en más tres millones de contagiados y 220.000 muertos de un solo bando, el de los humanos.
Las bajas del ejército humano han sido cuantiosas como es lo convencional en las guerras. Esta tiene algo muy particular que los soldados añosos no podemos participar, contrario a las guerras entre humanos. Es célebre la ocasión que en medio de una batalla en la Sabana de Guabatico, durante la Guerra Restauradora de 1863-65, Gregorio Luperón le ordenó a Vicente Celestino Duarte que se retirara porque estaba disparando muy cerca de las tropas anexionistas y era peligroso para su vida por su ancianidad, Vicente le respondió que no se retiraría porque el también tenía derecho a combatir.
El ejército sanitario liderado por los médicos que combaten al enemigo a nivel ecuménico lo está haciendo con denuedo inigualable, sin temor al furioso acometer patógeno del ‹Covid-19›. Reiteramos, como en toda contienda la cuota luctuosa en el personal sanitario ha sido muy significativa, principalmente por el regateo de los Gobiernos a suplir de manera constante los materiales de bio-protección a aquellos que se enfrentan directamente al enemigo. La armadura del siglo XXI para los soldados sanitarios.
Las bajas del personal sanitario todavía no cuantificadas en su verdadera magnitud, son pavorosas. Se estima cerca de 50,000 los contagiados a nivel mundial. La mortalidad también ha sido alarmante con solo conocer que Italia ha reportado unos 150 médicos fallecidos, 74 en Guayaquil, le sigue un rosario aciago por doquier que sería prolijo enumerar. En nuestro medio más de 90 miembros del personal de salud han sido contagiados.
Se impone sin dudas mayor garantía directa en las armaduras de bio-protección para los soldados sanitarios que luchan frente a frente al enemigo. Y para todos los demás ciudadanos del mundo, que entendamos de manera definitiva también estamos inmersos en la guerra y nuestro muy importante papel es coadyuvar a la manipulación con eficiencia del arma principal para aislar y vencer al enemigo: cuarentena, cuarentena y cuarentena.