Por Dagoberto Tejeda Ortiz
El surgimiento y el desarrollo del Coronavirus en la escena mundial, ha impactado de manera profunda a millones de personas; desarticulando las economías y la vida social, cultural, religiosa y política de todos los países afectados.
La situación, ha sobrepasado las expectativas y los pronósticos, para un mundo embriagado de poder tecnológico, que se ha quebrado vergonzosamente frente un virus, artificial o natural, para el que no se estaba preparado y que se le fue de las manos.
Durante este largo y lastimoso proceso, las estadísticas oficiales, no registran las consecuencias emocionales y psicológicas de los sufrimientos, los dolores, las angustias de los millones de afectados directa e indirectamente. De igual manera, la ansiedad, la tensión, así como los elevados niveles de stress que se vive en millones de espacios familiares, sobre todo en los menos acomodados por un confinamiento sorpresivo e involuntario como medida de prevención y/o sanación que se va alargando cada vez más.
Tampoco se ponderan los padecimientos de miles de personas con carencia de recursos económicos, pasando hambre, ni la angustia, la desesperación y la desesperanza por la pérdida de seres queridos, incluso sin poder despedirlos adecuadamente, así como la tragedia de perder sus empleos y las trabas a las que se enfrentan para ganarse la vida diariamente, desafiando la adversidad y la cotidianidad. Todavía, no se perciben en muchos niveles sociales, las secuelas que van a quedar en estas sociedades, con los afectados por esta pandemia.
Uno de los mecanismos implementados por “casi” todos los países afectados de COVID-19, para la disminución del contagio ha sido el confinamiento, la llamada cuarentena. Para conseguir su efectividad, ha sido impuesta a nivel oficial de manera obligatoria y compulsiva, incluso con “toque de queda” nocturno, donde la reclusión también es de día, por el miedo y el terror de la contaminación, creando un ambiente nuevo y desafiante a nivel familiar.
En un tipo de sociedad como la nuestra, donde prevalecen todavía en diversos ambientes las relaciones primarias, donde “los vecinos son los familiares”, donde las obligaciones sociales hacen esporádicas las relaciones entre los miembros de las familias, donde hay que “botar el golpe” (necesidad diaria para algunos), jugando dominó en el barrio, compartiendo en los colmadones o ir a las discotecas y lugares nocturnos, constituye una pesadilla no poder hacerlo en esta cuarentena, entonces el camino es el consumo irracional del alcohol, que trae violencia y muerte.
Desde que se agravó la crisis por la presencia del Coronavirus, el aislamiento físico, la reclusión familiar y la cuarentena, han ido aumentando paulatinamente. Esto, como parte de las soluciones para mitigar la propagación de este virus que no respeta clases sociales, preferencias sexuales, creencias e ideologías, pero como siempre, los más afectados son los sectores populares.
Sea que estemos solos o acompañados en un espacio, no debemos asumirlo como un indicativo absoluto de estar aislados social o emocionalmente, antes bien, debemos sobreponernos a la realidad y establecer que solo se nos separa física y temporalmente. Gracias a la tecnología, podemos lidiar con lo que hoy es un reto para todos el mundo: sentirnos cerca, aun estemos lejos.
Es una verdadera tragedia para el que está confinado, sin recursos económicos para darle respuestas a las necesidades más elementales, sobre todo el que ha quedado sin trabajo, pero a la vez se le impide forzosamente que salga a ganarse la vida. La sobrevivencia de cada día, es un desafío desgarrante.
Cuando no se puede ayudar a los familiares ni a los vecinos, cuando se habla de alargar la cuarentena, la angustia y la desesperanza, multiplican las frustraciones y las irracionalidades. Esto, conlleva a que algunos desesperadamente busquen todo tipo de respuesta. Lo cual explica que en plena pandemia, en Puerto Plata, sin importar los riesgos de contaminación, de exponer su vida, arrebatados por una fe irracional, cientos y cientos de personas siguieron a la controversial figura de “El Peregrino”.
Esta cuarentena es para pensar, redefinir, elaborar intencionalidades, hacer planes para nuevos proyectos, revalorizar la vida, pensar más en uno mismo, en sus familiares y amigos, para por fin aprender a distinguir las apariencias de las esencias.