Cristóbal Colón podría ser Gallego

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Un estudio caligráfico indica que el descubridor de América nació en Galicia
Un estudio caligráfico indica que el descubridor de América nació en Galicia

Por Pedro Rielos

1 de marzo de 1493. Se arrían los cabos y las velas a poniente en el fin del mundo, en medio de un fuerte oleaje y como fondo las islas Cíes, que por aquel entonces estaban muy lejos de inocular la codicia de los piratas y corsarios de tiempos venideros.

Se puede ver la huella en el horizonte de la vela latina recogida a estribor, y al mando de la carabela La Pinta, Martín Alonso Pinzón, el mayor y más curtido de los hermanos marineros.

Llegan exhaustos a la localidad pontevedresa de Baiona, que es el primer puerto europeo en donde se conoce la noticia del descubrimiento de América o encuentro entre dos mundos. Habían navegado buena parte de la travesía con viento en popa a una velocidad de doce millas, lo que no estaba nada mal para esos días de angustia y de incertidumbre. En la bodega de la embarcación, la más velera de las tres que cruzaron el Atlántico, traían desde productos agrícolas como maíz, frijoles, yuca, tabaco -usado por los indígenas para calmar los dolores- y tanto oro que podían dorar buena parte de las fachadas de las iglesias de la comarca.

Fueron los más rápidos, encontraron una buena ruta para librarse de un fuerte temporal, mientras que Cristóbal Colón no estuvo tan fino en el regreso: llegó a Lisboa tres días después.

En la villa de las Rías Baixas tenía sus dominios -conservados en la actualidad en forma de una imponente fortaleza que otea toda la bahía y de castillos de hasta ocho lanzas que salpican buena parte del norte de la península- Pedro Álvarez de Sotomayor, que fue Vizconde de Tui y Mariscal de Baiona.

Tuvo una vida muy azarosa, intrépida, en la que se incluye la huida a Portugal por motivo de la rebelión popular contra los señores de los castillos, una madeja que ahora se va desenredando.

Una vida paralela a la de Colón, reafirmada con el estudio en el que ochenta expertos en peritaje han llegado a la conclusión de que el almirante y quien fue conocido con el sobrenombre de Pedro Madruga (por su voluntad de combatir a esas horas de la noche, lo que no era habitual entre los nobles) son la misma persona.

Su letra tiene trazos muy semejantes, prácticamente idénticos. El historiador mexicano, Modesto Manuel Doval, que acaba de publicar la obra Cristóbal Colón, señor feudal gallego, no tiene muchas dudas: “El origen noble del descubridor, la extrema coincidencia en los años pasados en el mar, en los mismos lugares y con las mismas personas, encajan perfectamente. Son la misma persona, aunque el uno y el otro se hayan querido esconder”.

Los enigmas del Almirante 

No sólo comparten la misma letra, según el estudio de los expertos, sino que tienen similares amigos y enemigos, se desplazan por los mismos lugares o mantienen una extraña relación con los Reyes Católicos, que sabían que Pedro Madruga tenía notables contactos con la vecina Portugal.

Los vínculos son también familiares, en una carta de Colón a su hijo Diego, enviada desde Sevilla el 1 de diciembre de 1504, hace referencia a que el cuidado de sus “diez hermanos no te serán demasiados, nunca yo fallé mayor amigo a diestro y siniestro que mis hermanos”. Pedro de Sotomayor tuvo los mismos hijos y en similares fechas.

Si tiramos del hilo encontramos que las teorías sobre el origen gallego del explorador tienen más de cien años y cuentan con aval científico, pero también han sido rebatidas porque él mismo trató de confundir y despistar por sus particulares intereses.

Cristóbal Colón era un marino muy ambicioso y, aunque erró en su intención de llegar a las Indias, tenía una clara voluntad de marcar una época, de grabar eternamente para la historia una epopeya marítima que hoy en día sería comparable a visitar un planeta de la galaxia. En su diario lleno de vapores marinos apunta: “Allende de escribir cada noche lo cual el día pasare, y el día lo que la noche navegare, tengo propósito de hacer carta nueva de navegar, en la cual situaré toda la mar y tierras del Mar Océano en sus propios lugares, debajo su viento, y más, componer un libro, y poner todo por el semejante por pintura, por latitud del equinoccial y longitud del Occidente; y sobre todo cumple mucho que yo olvide el sueño y tiente mucho el navegar, porque así cumple, las cuales serán gran trabajo”.

Pero no era tan explícito en cuanto a revelar datos sobre su vida, que siempre ponía en un segundo lugar, acaso era mal visto ser gallego, o tenía más renombre ser genovés, otro de sus posibles orígenes, pero lo cierto es que siempre escribió en latín, o en un español izado de términos en gallego.

De alguna manera y de soslayo, tuvo presente esas raíces, aunque en su vida, con la salvedad de los cuatro viajes a América, todo se torna en misterio: su fecha de nacimiento, que ni siquiera se presenta como clara, su verdadera imagen física, ya que las reproducciones lo muestran con aspectos diferentes, o su muerte, un día después de dictar testamento.

200 topónimos gallegos en América
Los documentos que nos han llegado y sus propias anotaciones muestran que se defendía mal en italiano, y no bautizó ningún lugar de los descubiertos con nombres de su supuesta patria genovesa.

Cuando después de ver el lomo de una ballena, y de fondo por fin unos juncos que le tuvieron que recordar a su patria, tuvo la certeza de cómo iba a llamar a la isla de Guanahaní, en las Antillas: San Salvador, que es donde se sitúan sus orígenes gallegos (San Salvador de Poio).

Como Almirante tenía la facultad de bautizar los nuevos territorios y existen numerosas equivalencias, hasta 200 topónimos, que hacen referencia a las rías gallegas, de modo singular a la de Pontevedra: Porto Santo (Cuba), parroquia en la que nació, Punta del Arenal (Isla Trinidad), en la ría de Vigo, Punta Lanzada (Haití), conocida playa, o Río Minho y Xallas (Jamaica), caudalosos ríos gallegos.

En el ayuntamiento de Poio, muy cerca de la capital de la provincia, se encuentra su supuesta casa natal, reconvertida en museo. Frente a ella todavía se conserva una gran cruz de piedra en cuya base podía leerse: “Juan Colon. 1490” . Un apellido que por esa época no aparece documentado en ningún otro lugar del mundo, y que dejó una numerosa herencia.

La tesis genovesa señala que era hijo de cardadores de lana, pero el marinero relató antes de la epopeya atlántica que había navegado durante más de veinte años y dio muestras de un sobrado conocimiento de técnicas de navegación y de la tipografía de la zona. Es como si llevase tatuada en sus manos agrietadas el mapa abisal de las rías gallegas.

Tal día como hoy, y antes de que el marinero Rodrigo de Triana gritase: “Tierra a la vista”, Colón afirma que vio lumbre; en cualquier caso, era el fin de una extraordinaria expedición, atravesando el mar incógnito, con la pretensión de llegar a Cipango (Japón), para hacerse con oro y especias. Quería demostrar que se podía llegar hasta Oriente desde Occidente, aunque en la travesía se encontrase afortunadamente con el nuevo continente.

Cae el sol sobre la basílica de Santa María, situada en un pequeño alto y que es el primer lugar que divisan los pescadores al llegar de la mar y que comparte nombre con la nao capitana de la expedición que llegó al Nuevo Mundo, también conocida como La Gallega.

Se construyó en un astillero pontevedrés, y terminó su travesía antes de tiempo, ya que encalló en las costas de La Española, actual Haití y República Dominicana, en diciembre de aquel 1492: el año que quedó identificado con la proeza del Almirante de estirpe galaica.

Cuatro días antes, el Almirante mandó ataviar la nao, ya que era el día de Santa María de la O, una de las festividades con más arraigo en su tierra de origen. Ahora, tantos años después, cobra más fuerza la versión en la que, el explorador que se maravilló ante tanta belleza encontrada, tenía acento gallego.