Como Caballo de Troya

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...a diferencia del caso dominicano, estos países receptores de inmigrantes poseen extensos territorios, desarrollo industrial, recursos energéticos, economías estables y otras potencialidades, condiciones que quizás justifiquen que puedan soportar estos grandes flujos migratorios.
…a diferencia del caso dominicano, estos países receptores de inmigrantes poseen extensos territorios, desarrollo industrial, recursos energéticos, economías estables y otras potencialidades, condiciones que quizás justifiquen que puedan soportar estos grandes flujos migratorios.

POR CARLOS R. ALTUNA TEZANOS

La escritora italiana Oriana Fallaci, en su obra “La Fuerza de la Razón” nos  describe el histórico proceso inmigratorio musulmán a Europa, que constituye el grupo étnico y religioso más prolífico del mundo, características que están favorecidas por la poligamia, y por el hecho de que el Corán ve en la mujer ante todo un vientre para parir. Sobre el mismo tema, también nos refresca la memoria aquellas palabras pronunciadas ante la Asamblea General de la ONU por el presidente Angelino Houari Boumedienne, en 1974: “Un día millones de hombres abandonarán el Hemisferio Sur para irrumpir en el Hemisferio Norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque comparecerán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria”.

Hoy, millones de personas se ven estimuladas a cruzar fronteras en busca de mejores oportunidades de vida, sin importarles enfrentar peligros y vicisitudes, movidos la mayoría por causa como el desempleo, pobreza, persecución política, inestabilidad o caos de su nación, entre otras motivaciones. Un reciente estudio de la ONU revela que entre 1990 y 2013, viven fuera de su país de origen unos 231 millones de personas, lo que representa el 3.2 % de la población mundial. La mitad de estos inmigrantes se concentran en diez países: EE.UU (45.8 millones), Rusia (11), Alemania (9.8), Arabia Saudí (9.1), Emiratos Árabes Unidos y Reino Unido con (7.8) cada uno, Francia (7.4), Canadá (7.3), Australia (6.5) y España (6.5 millones).

Sin embargo, a diferencia del caso dominicano, estos países receptores de inmigrantes poseen extensos territorios, desarrollo industrial, recursos energéticos, economías estables y otras potencialidades, condiciones que quizás justifiquen que puedan soportar estos grandes flujos migratorios.

Bajo estas circunstancias, estas naciones han fortalecido sus sistemas de seguridad fronteriza, autorizando el uso de arma letales contra aquellos que transgreden sus límites territoriales de manera ilegal y han endurecido y reformulado sus leyes migratorias, con el fin de regularizar, aceptar o no a los inmigrantes. Mientras unos erigen muros, otros como Canadá, plantea revisar su sistema de inmigración para evitar que sigan llegando mujeres a parir, con el único fin de que sus hijos obtengan la ciudadanía canadiense y otros beneficios por derecho. En Europa, países como Francia, Alemania, Inglaterra e Italia, han legislado para enfrentar la problemática migratoria, principalmente la musulmana, endureciendo sus leyes y reforzando sus fronteras.

En agosto de este año, durante la comparecencia de Vladimir Putin ante el Parlamento Ruso, este centró su discurso en las tensiones étnicas generadas por los musulmanes, e instó a los legisladores que al crear nuevas leyes, tengan primero el interés nacional ruso, observando que las minorías musulmanas no son rusas, que las tradiciones y costumbres rusas no son compatibles con la falta de cultura y formas primitivas de la Ley Sharia y los musulmanes. Parecería que el presagio de Houari Boumedienne es ya una realidad, pues los musulmanes han triunfado imponiendo su cultura y modificando la composición étnica del viejo continente europeo, al usar sus mujeres como arma de una invasión pacífica, que al parir y parir, han dado la razón al planteamiento del presidente Argelino.

Dos meses antes de ocurrir el terremoto en Haití, José Miguel Insulza, durante su participación en la II Reunión de Ministros de Seguridad de Las Américas (noviembre 2009), consideró que el problema de las migraciones haitianas era una pesada carga para el país y que requería del apoyo de la comunidad internacional. Señaló que “el nivel de desarrollo de República Dominicana es muy superior al de Haití, pero sigue siendo un país del mundo en desarrollo, con sus necesidades y problemas en educación, salud”. Especificando en aquella ocasión, que si para un país desarrollado el recibir 700 mil a un millón de inmigrantes es un problema, para la República Dominicana es una carga bien pesada.

Como paradoja de la vida, nadie nos ayuda con tan pesada carga, sin embargo nosotros más que nadie hemos ayudado y auxiliado al vecino país antes y después del nefasto acontecimiento, sin que ningún gobernante haitiano haya podido garantizar desde 1974 soluciones a la degradación constante del Estado, violencia generalizada, ingobernabilidad, inseguridad, pobreza y una desesperanza a un mejor porvenir. ¿No es esa inmigración masiva e inadmisible hacia República Dominicana, la misma carga pesada e insostenible, a la que Miguel Insulza se refería? ¿No tenemos los dominicanos derecho a parar esa amenaza, como lo hacen otros países en la misma circunstancias?

Para el año 2012, el Ministerio de Salud Pública divulgó que se ofreció atenciones médicas a un millón 85 mil 253 a pacientes haitianos, implicando una inversión de RD$3,000 millones; entre estos, se efectuaron 15,655 partos, 28,207 cesáreas, para un total de 42,862 niños haitianos nacidos aquí, con lo que duplica a muchas de nuestras ciudades fronterizas.

Una creciente población ilegal que no desea ni quieren asimilar la cultura e idiosincrasia de quienes los reciben, acogen y les brindan la hospitalidad de vivir dignamente, con la característica singular de que sus mujeres paren sin control con una promiscuidad peor que la poligamia, y sin ser musulmanes, cumplen fielmente el vaticinio de Boumedienne, una especie de caballo de troya en nuestras propias entrañas, llenos de prejuicios, que nos culpan de todos sus males.