Los críticos obsesivos de Leonel Fernández

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Dr. Leonel Fernández Reina
Dr. Leonel Fernández Reina

Por Ruddy Santana

Santo Domingo

Es rutinario leer en nuestra prensa opiniones críticas sobre nuestros líderes políticos en las cuales se  utilizan, de manera descuidada, afirmaciones de contenido económico o se manejan sin rigor los resultados de encuestas. Sin embargo, el lector espera que si el crítico es un académico, un intelectual conocido o un periodista experimentado que reclame ser independiente, las opiniones desmañadas serán evitadas y se le ofrecerá un análisis esclarecedor.

 Desafortunadamente, para un reducido grupo de articulistas pertenecientes a las ocupaciones antes mencionadas, esto último no se aplica cuando el político sobre el cual versan sus críticas es Leonel Fernández. Para este grupo, desmeritar a Fernández ha devenido algo obsesivo-compulsivo, una tarea imperiosa que se acomete con un fanatismo extraordinario.

A fin de ofrecer un ejemplo concreto, analicemos el artículo de la socióloga Rosario Espinal publicado el pasado 18 de marzo en el matutino Hoy bajo el titulo “Leonel Fernández: Su Nuevo Escenario Electoral”. Su artículo es una muestra representativa de lo que decimos en el párrafo anterior. El objetivo del escrito es quitar méritos a los gobiernos pasados de Leonel Fernández, mediante una comparación con el actual gobierno de Danilo Medina; quitar méritos a Leonel Fernández como político y quitar méritos a Fernández como opción de poder para el 2016. El método que utiliza Espinal es uno muy repetido; primero, se hace una afirmación económica muy general o medio falsa, que solo sirve para hacer creer que el tema se manejará con rigurosidad y entonces, sobre esa base engañosa, se lanza el ataque.

Espinal dice que la popularidad del presidente Medina se sustenta en acciones como el 4% del presupuesto para la educación y la implementación del 911, para a seguidas afirmar que cosas como estas “Lo [sic] pudo hacer Leonel Fernández en sus 12 años de presidencia y no lo hizo porque prefirió las grandes obras de construcción”. La afirmación entre comillas es totalmente falaz. En sus gobiernos Fernández no solo ejecutó obras de infraestructura -fundamentales por demás para países de nuestro nivel de desarrollo- sino que en ellos también el gasto social se elevó a niveles nunca vistos en el país.

Los datos indican que, a pesar de recibir de Hipólito Mejía una economía devastada, de enfrentar las repercusiones de la crisis económica mundial más severa en 78 años ñque obligó al país a firmar un acuerdo con el FMI- y de enfrentar un precio del petróleo que llegó a 133 dólares el barril en junio del 2008 y promedió más de 90 dólares a partir de 2010, Fernández llevó el gasto en educación  de 1.3% del PBI en 2004 a cerca de 3%  en el 2012. Además, creó el Programa Solidaridad ñorientado a aumentar el capital humano y a romper la transmisión intergeneracional de la pobreza- gracias al cual se realizaron transferencias condicionadas a los hogares beneficiados por valor de RD$ 45,000 millones en el periodo 2005-2012, transferencias que representaron cerca del 25% del costo de la canasta alimentaria del grupo más vulnerable. Este programa empezó beneficiando 5,800 hogares en 2005 y para el 2012 ya incluía 614,200.

El Seguro Nacional de Salud (SENASA) ofrece seguro de salud y reemplaza la pérdida o reducción de ingreso por vejez, fallecimiento o discapacidad en edad avanzada para trabajadores por cuenta propia con ingresos inestables o inferiores al salario mínimo nacional y para desempleados, discapacitados e indigentes. Tanto los aportes del gobierno como los pagos del SENASA fueron más de 50 veces superiores en el último año de gobierno del Fernández a los que realizó el gobierno de Hipólito Mejía en su último año, y los beneficiados pasaron de 65,000 personas en el 2004 a 2 millones 303 mil en 2012.

En otro párrafo Espinal afirma: “Cuando en un gobierno se genera una gran crisis económica como sucedió con Hipólito Mejía, es relativamente fácil gestar una alternativa electoral de alta aceptación. Eso benefició a Fernández en 2004 y 2008”. Es decir, Leonel Fernández ganó en 2004 y 2008 no por sus capacidades políticas, sino por la casualidad de que en ambas ocasiones hubo crisis económicas. El párrafo, aparte de ser incoherente ñextrayendo una de sus conclusiones parciales de una afirmación inicial que la niega- se sustenta en verdades a media.

 Por un lado, en general una crisis económica no es garantía de que la oposición sacará del poder al partido que lo ocupa, y de manera específica, no era fácil para el PLD derrotar a un líder con carisma, dispuesto a utilizar todos los recursos del Estado e intimidar a sus opositores, como lo es Hipólito Mejía. Fernández ganó las elecciones en el 2004 no tan solo por la crisis bancaria que estalló en 2003, sino porque su excelente gestión de gobierno en el período 1996-2000 era un referente insuperable en la mente de los votantes, no solamente con respecto al gobierno de Hipólito, sino también con respecto al gobierno del PRD anterior al suyo.

En ese primer período de gobierno de Fernández la economía creció en promedio cerca de 7%; el poder de compra de los dominicanos creció 6.6%; la inversión creció 15.2%; se crearon 518 mil empleos; la inflación promedió un mero 7% y la devaluación del peso fue solo de 18.4%. Sin embargo, en el gobierno de Hipólito, la economía escasamente creció 2.2% en promedio; el poder de compra se redujo en 2.2%; la inversión se desplomó en 7.7%; apenas se crearon 168,840 empleos; la inflación se disparó a 22% y la devaluación del peso alcanzó el 156%.  En el año 2008 estalló la crisis del capitalismo mundial más severa desde la Depresión del 1929. Siguiendo a Espinal dicha crisis debió haber facilitado a la oposición su retorno al poder en nuestro país. Sin embargo, contradiciendo a la autora, a la oposición no le fue fácil “..gestar una alternativa electoral  de alta aceptación”, de hecho perdieron las elecciones de nuevo. La autora no explica esta patente contradicción en su análisis porque, a nuestro entender, ello implicaría dar méritos al Fernández, contradiciendo la finalidad real de su artículo.

En efecto, la paradoja de porqué el PLD ganó en el 2008 no obstante el estallido de la crisis mundial y porque volvió a ganar de nuevo en el 2012 a pesar de que los efectos de la crisis  persistían, la explican los siguientes factores: primero, la implementación de adecuadas  políticas económicas anticrisis por Fernández; segundo, su brillantez de percibir que la vuelta a la austeridad que quería forzar el FMI era incorrecta por pretenderse implementar a destiempo ñalgo recientemente aceptado por el mismo FMI en una autocrítica- y tercero, por la hazaña política de Fernández de revertir la ventaja que tenía el PRD cuando él se lanzó de lleno a la campaña a favor de Danilo Medina en el 2012.

Finalmente, el hecho político reciente más sorprendente del país ha sido el renovado ascenso de la popularidad de Fernández. Este desarrollo resulta ser extraordinario debido al contexto inédito en que se produce. Nunca antes en la historia de la nación un gobierno había sido dejado sin oposición alguna porque ella se había concentrado de manera histérica y exclusiva en perseguir al presidente saliente. El país no conocía un caso en que tantos medios de comunicación y tantos recursos se utilizasen solo para tratar de destruir el liderazgo de un político fuera del poder. Por ende, el hecho de que el liderazgo de Fernández no solo haya resistido una embestida tan brutal, sino que a un año y dos meses de las elecciones aparezca en las encuestas en condiciones de derrotar a los partidos más grandes que le oponen, habla de un liderazgo con una solidez muy superior a la que asumían sus detractores. Como ha escrito con angustia Juan Bolívar Díaz, a Fernández “no se le ha podido detener”.

Sin embargo, ignorando las implicaciones de este  evento político tan excepcional, Espinal ofrece un análisis de las simpatías políticas de la población consistente en afirmaciones contradictorias y desconectadas de las evidencias cuantitativas. La autora afirma que: “Öpara un amplio segmento de la población que prefiere la reelección, incluidos muchos peledeístas, Fernández es peor alternativa”. Esta es una afirmación carente de bases y rechazada por la evidencia empírica.

Primero, si asumimos la tasa de rechazo como un indicador de cuáles son los peores candidatos, en la encuesta más reciente, la ejecutada por la firma Asisa, la tasa de rechazo de Fernández es de 25.7%, menor que la de Abinader, 42.5%  y más de dos veces menor que la de Hipólito Mejía, 54.7%.

Segundo, la encuesta otorga a Fernández una ventaja en la intención de voto de 53.5% contra 14.2% si le opone Hipólito y 56.5% contra 14.6% si le opone Abinader, es decir Fernández ganaría en la primera vuelta frente a cualquiera de los dos contrincantes con mayores seguidores. Tercero, la encuesta arroja que el 65.3% de los peledeístas que apoyan la reelección votarían por Fernández, lo cual aseguraría para el PLD la permanencia en el poder sin tener que embarcarse en una nueva reforma constitucional. Por ende, es absurdo decir que Fernández es la peor opción cuando alcanza estos números a 14 meses de las elecciones -luego de casi tres años de persecución mediática implacable- en una encuesta que, debido a la fecha en que se realizó, aún no recoge el impacto positivo de los recorridos de Fernández por el país.

Creemos, empero, que Espinal percibe de alguna manera la desconexión entre los argumentos que trata de levantar contra Fernández, por un lado y la historia reciente de nuestra vida política y los datos que aportan las encuestas, por el otro lado. Por ello, a pesar de afirmar sin fundamentos que Fernández es la “peor opción” y luego agregar de manera categórica que “Öla ciudadanía nunca busca elegir lo que considera peor”, se ve forzada a conceder lo siguiente: “¿Significa que perderá las elecciones de 2016? No necesariamente”.

Tomado de El Listín Diario