Don Freddy, nuestra sociedad está inmunizada, las enfermedades le huyen

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Lamentablemente, si es pensando en el ministerio de Salud Pública en Dominicana, para que supervise e imponga controles en el tenor de que se trata, ¡nada más nos queda rezar por la salud de los dominicanos; para que Dios nos acompañe, y nos libre de mal!
Lamentablemente, si es pensando en el ministerio de Salud Pública en Dominicana, para que supervise e imponga controles en el tenor de que se trata, ¡nada más nos queda rezar por la salud de los dominicanos; para que Dios nos acompañe, y nos libre de mal!

Por Rolando Fernández

Muy interesantes resultan las puntualizaciones que hace el señor Freddy Ortíz, en su artículo “Somos sobrevivientes”, publicado en el periódico “Listín Diario”, del 2-7-15, refiriéndose a factores muy negativos que se observan en Dominicana, relativos a productos comestibles y medicamentos populares que se ofertan, libres de todo tipo de control por parte de las autoridades competentes. ¡Valiosa se reporta su exposición! ¡Contiene “verdades de a puño”!, como se dice.

En realidad, aquí no hay supervisión ni regulación alguna sobre una serie de fabricados, o preparados, ya sean de naturaleza pseudo alimenticia, o medicinal, que los consume la población, en forma sólida, cuando no líquida, corriendo riesgos inmensos. Dichosos somos nosotros que en esta nación, no se han desatado una epidemia infecciosa grandísima, o raras enfermedades de todo tipo, con el agravante de la escasez hospitalaria que se verifica en este país.

En ese orden, da “gusto” caminar por determinados puntos de nuestras calles y avenidas, para ver a la gente haciendo turnos, en espera de que se le sirva un plato de espaguetis, a veces hasta con un color medio verdoso, con unos fritos que parecen pedazos de ladrillo; cuando no, acompañados estos últimos con dos o tres ruedas de salchichón tieso. Después pisan eso con un vaso de jugo, que no se sabe en realidad de qué diablo está hecho, y envasado en galones plásticos viejos, en los que se nota no ha habido ningún tipo de higiene.

Todos esos, “dizque” alimentos, salpicados además con un poquito de saliva, polvo callejero, y su ración del monóxido de carbono que despiden los vehículos que transitan. Hasta café salen muchos dominicanos a beber en la calle, mujeres en su mayoría, sin saber con qué agua fue colado, probablemente de pozos infectados.

Ni para eso tienen tiempo las “miembras” de hoy – preparar una greca en su casa para colarlo – Sí les sobra, para estar hablando sandeces por los teléfonos digitales a cualquier hora, o escribiendo “porquerías” en los portales de las redes sociales.

Y, lo “bueno” de eso es, el alto nivel de inconsciencia relativo que se advierte, en personas que lucen tener alguna preparación académica; que andan ensacadas, o muy llenas de maquillaje y “ferré”, uniformadas en el caso de las féminas. Muchos, a veces parece que les da vergüenza, y piden que se les sirva dentro de los mismos carros que conducen, para dejarse ver menos.

En adición, se tienen aún los “venduteros” de medicamentos diversos, que se ofertan calle arriba y calle abajo, anunciándose para las dolencias que sirven, y cómo se desborda la gente creyéndose cuánto se le dice.

Son fármacos por lo regular elaborados en patios, sin indicación clara y verídica de quienes los producen; y, aquellos que los venden, hacen las veces del visitador a médico que edifica sobre contenidos y dosificación necesaria. Se hace a la libre – en plena actividad comercial -, sin que a ninguna autoridad sanitaria local parezca importarle.

Lo expresado hace inferir que esta sociedad está inmunizada por completo; que las enfermedades le salen huyendo mejor. De no ser así, los casos de parásitos intestinales de todo tipo, incluyendo las resistentes amebiasis, fueran incontables en nuestro país. Los medicamentos para el combate no dieran abasto, y los sanitarios públicos fueran necesarios en todas las esquinas.

Por otro lado, los efectos dañosos de todas esas medicinas “chatarras” callejeras, como algunas de las genéricas o sustitutivas-equivalentes que venden las llamadas boticas populares, llevadas por tanta gente a la boca en este país, sin previsión alguna, ya hubieran causado una catástrofe de consideración en la salud pública de los dominicanos.

Eso que usted señala en una parte de su artículo, es pura realidad. “Con todo y los millones que gastan los gobiernos, nunca han podido crear algo como el Departamento de Asuntos del Consumidor, de Puerto Rico, que tiene una vigilancia efectiva con todo intento de engaño al ciudadano, ya sea vía promesas publicitadas, como en comprobación del contenido en productos”.

Procedente resulta comparar el Estado Libre Asociado de Puerto Rico, con esta nación nuestra de los despilfarros económicos. “PR pedirá a Supremo de EE.UU. aprobación de su Ley de Quiebra”. El mismo “está afectado por una asfixia financiera y una deuda que supera los 70,000 millones de dólares”, según lo expresara su gobernador Alejandro García Padilla. (Véase: “Diario Libre del 8-7-15, página 25). Sin embargo, sus autoridades siempre se han estado preocupando por la salud pública de su población. ¡Qué contraste!

Para eso aquí no sobran los cuartos. Ahora, para darlos a los partidos políticos, a los fines de que los usen en sus campañas y francachelas electorales, o se los roben los que ejercen la disciplina, ¡sí! ¡Siempre hay! Incluso, se presupuestan anualmente. De lo contrario, se puede “acabar el mundo”, si esa piñata no aparece para repartir.

Lamentablemente, si es pensando en el ministerio de Salud Pública en Dominicana, para que supervise e imponga controles en el tenor de que se trata, ¡nada más nos queda rezar por la salud de los dominicanos; para que Dios nos acompañe, y nos libre de mal!

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