¡Entre rejas!, ¿quién lo iba a decir?

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Lamentablemente, la gente ya se ha ido acostumbrando aquí a ver la delincuencia y la criminalidad, como actos casi normales entre nosotros, que poco llaman la atención, salvo cuando se es el afectado directo. ¡Penosa realidad nacional!
Lamentablemente, la gente ya se ha ido acostumbrando aquí a ver la delincuencia y la criminalidad, como actos casi normales entre nosotros, que poco llaman la atención, salvo cuando se es el afectado directo. ¡Penosa realidad nacional!

Por Rolando Fernández

Producto del mal “neuyorquismo” inducido hacia lo nacional, como la transculturación generalizada, y en exceso permitida, por una parte; y, de la otra, la pantalla chica degenerante ofertada, como la mala asimilación del modelo globalizador en curso; al igual que, el acceso a la redes sociales, copiándose lo que no se debe, esta nación se ha convertido, con poco margen de error que afecte la apreciación, en la denominada selva de cemento que tantos la consideran.

¡A lo que ha llegado este país, increíble!, en que la gente residente del mismo, sin importar condición social, económica, o la actividad laboral a la que se dedique, tenga que vivir como los presos, siempre enrejada. Además, andando las personas sobresaltadas, cuando tienen que transitar por las calles y avenidas nuestras.

Dominicana la han transformado en un par de años, en una de las naciones de mayor peligrosidad de América Latina, donde segarle la vida a cualquier persona para asaltarle, despojarla de chucherías, efectos de valor, o algún dinero que se lleve encima, ha pasado a ser una de las prácticas dañosas más recurrentes.

Y, eso está complementado, para mayor desgracia, con la industria del sicariato que se ha desarrollado últimamente, producto de la cual, al más inocente se le pega un tiro en cualquier lugar, cuando esos empresarios están actuando ¡Nada más hay que hojear la prensa local para edificarse y convencerse!

Lamentablemente, la gente ya se ha ido acostumbrando aquí a ver la delincuencia y la criminalidad, como actos casi normales entre nosotros, que poco llaman la atención, salvo cuando se es el afectado directo. ¡Penosa realidad nacional!

Por lo que sí un gran segmento de la población se ha inclinado, es por la autoprotección; y de ahí, el que se pueda ver cuánto ha aumentado la contratación de la llamada seguridad privada, como la decisión de enrejar las casas-viviendas, oficinas, negocios y demás. La ciudad parece una gran cárcel, con esos lugares como cerdas, y prisioneros sus usuarios, o trabajadores.

La ciudadanía en esta nación se siente totalmente desprotegida; concibe un enorme vacío de autoridad y justicia. Nadie, ni siquiera se atreve a denunciar nada, aun siendo testigo ocular de cualquier hecho delictivo o criminal, por temor a represalias por parte de los autores materiales, tan pronto se pueda evadir la aplicación de condenas aplicadas, si es que lo hacen, o ser liberados de culpabilidad casi de inmediato.

Dicen muchos: ¿“Y para qué ir a la Policía Nacional a querellarse? Ya no hay credibilidad alguna en dicho organismo, que el pueblo es quien le paga para que le proteja. Cuando allí se acude a denunciar algo, en procura de salvaguarda o ayuda, hay que dar cuartos para que se accione; pues si no, se sale decepcionado, o burlado cada vez. ¡En verdad, es muy poco lo que se obtiene de la mayoría de esos uniformados, cuando se está a mano pelada!” Las excepciones son, los ciudadanos o residentes que no piensan así.

Sin embargo, no obstante esa percepción pueblerina, amén de la realidad innegable en que vive el país, las huestes politiqueras nacionales continúan nada más que en sus aprestos, en sus búsquedas electoreras; y, chachareando siempre, sobre una problemática tal ¡que urge resolver! ¡Nada se hace en realidad! Se habla y se habla, quedándoles todo a nivel de conversatorios, y la disposición de tomar medidas correctivas, ¡pero qué va!

Ahora, lo peor de todo es que, a partir de las concepciones ciudadanas expuestas, con grado suficiente de veracidad, son las causas que vienen provocando ese abanico de inseguridad ciudadana, delincuencia y criminalidad, sobre las que al parecer no se quiere trabajar, a pesar de ser bastante conocidas. ¡Y eso es lo más preocupante!

Tales flagelos, se han dejado profundizar a un extremo de significación, que requerirían de “cirugías” muy mayores para su corrección, aun sea parcial, vislumbrándose la imposibilidad de algo poder lograrse, bajo el marco de la pseudo democracia (libertinaje, y falta de institucionalidad en todos los sentidos) que prevalece en esta tierra.

Desde hace mucho ya, Dominicana está requiriendo de una mano fuerte, en capacidad de enmendar todo el malvado derrotero que se ha venido recorriendo durante los últimos lustros. Sin embargo, se continúa de entretención en entretención.

Con “ñe, ñe, ñe”, demagogias y retóricas politiqueras, nada se va a lograr en el orden de lo tratado. ¡Qué los ilusos despierten de ese sueño! Porque, se continuará viviendo entre rejas, con barras de hierro de mayor calibre toda vez, a menos que se produzca la valiente y necesaria decisión, en cuanto respecta a cambiar de forma súbita, el sistema de mando gubernamental.

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