Una muestra fehaciente de los choferes públicos nuestros… ¡Qué “educados y condescendientes” son!

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CHOFERESPor  Rolando Fernández

La verdad es que, a veces resulta mejor no leer los periódicos nacionales, para uno no amargarse la vida; sentirse impotente ante los actos vandálicos, o delictivos, que se vienen produciendo en el seno de esta sociedad nuestra; pensar que es muy cierto el que estamos viviendo ya en una selva de cemento, en la que se tiene que compartir con animales que usan ropas y calzados, a pesar de lo avanzado del siglo XXI.

¿Y cómo es posible que en estos tiempos, que suponen cierto grado de civilización, humanización, y evolución, en términos espirituales, uno se encuentre con noticias como ésta en la prensa local? “Detienen al chofer que lanzó a anciano desde un minibús”.

Pero, más deleznable y deprimente resulta el conocer la razón que motivara aquella “animalesca” acción, al leer la reseña de prensa relativa: “porque no tenía para pagarle el pasaje”.

Las preguntas que cualquiera se haría son: ¿es que el irracional que hizo eso no tiene padre ni madre? ¿Y qué diablo cuesta un bendito pasaje en una guagua vieja de esas, to’ destartaladas, para que no se pudiera transportar gratis a ese viejo depauperado?

Lo cierto es que, ya este país tocó fondo; se le ha perdido el respeto a todo: la vida de los demás, la ancianidad, las mujeres, los niños. Y todo, producto del libertinaje generalizado, las lenidades a granel que se tienen, como los “perreos choferiles” que nos gastamos los dominicanos, teniendo para eso último, más de un organismo regulador para supervisar y actuar. Pero, todos resultan inoperantes, incluido al que compete el orden público generalizado.

¡Razones para las permisividades todas, las hay más que a la vista! En primer lugar, y en lo atinente al ineficiente y riesgoso transporte público, se les tiene miedo a los dueños de los sindicatos que apadrinan a los tantos “vándalos desalmados” que operan dentro del sector, y que tienen como trabajo el transportar la gente de a pie en el país. Claro, lo hacen de forma atropellante, desaprensiva, y temeraria por demás, sin que nadie ose llamarles la atención.

Del que se trata ahora, ya los jefes de los grupos deben estar gestionando su liberación de culpa y puesta en libertad. No nos extrañemos que se diga, para justificar, “que el anciano le fue encima al chofer con un arma blanca”. No sería raro, ¿verdad?

Amén de la desastrosa forma en que se conduce, y el mal estado de los vehículos – a esos no se les exige, revista, cinturón de seguridad, botiquín, gomas en buenas condiciones, etc. -, la norma es andar en los carros con una bomba de tiempo en el baúl, un tanque de gas propano, viejo y oxidado, dando más saltos que un “maco”, y con los pasajeros teniendo que agarrar las puertas de los automóviles (chatarras en la mayoría de los casos), para no caer súbitamente en el pavimento.

Se detienen dondequiera a recoger o esperar pasajeros, no importa que sea en las mismas intersecciones, medianía de cuadra, y hasta debajo de los semáforos. Taponan las vías, y el que venga detrás que se aguante, o les pase por encima. ¡Tremendo espectáculo!, que denota gran “civilización”, y un comportamiento ciudadano “apropiado”.

Para comprobar lo expresado, solo hay que salir a observar lo que ocurre en nuestras calles y avenidas, como en las malolientes paradas, dispuestas medalaganariamente en cualquier esquina, para recoger o esperar a los desesperados pasajeros, sin otras opciones, capitaneadas por tigueres, armados con tubos, palos, y hasta machetes, que obligan a los usuarios del transporte a tener que montarse donde a ellos les venga en gana, siempre y cuando sea en los carros de la ruta.

Y las autoridades todas, “¡bien gracias!” La mayoría de los miembros asignados para esa clase de servicios, “se hacen de la vista gorda”, como se dice en Dominicana. Cuando no es que, son mujeres las que se designan dizque para controlar, incapaces de ponerse a luchar, por su condición obvia, con todos esos irracionales que operan dentro del servicio, con rarísimas excepciones. Pero, “es pa’lante que vamos”.

Qué dirán los lectores en el exterior, cuando reflexionen sobre declaraciones tales, provenientes del vocero de la Policía Nacional, coronel Jacobo Moquete, que transcribimos a continuación:

“Está preso un chofer de minibus que a principios de la semana lanzó al pavimento a un anciano porque no tenía para pagarle el pasaje”. De seguro, “ese es un país de animales; ahí no se puede ir”. Valedera la apreciación, a partir de un hecho de esa naturaleza. (Véase: “Diario Libre”, del 25-7-15, página 04).

En lo que mucha gente no repara, en relación con episodios de ese tipo es que, en este marco delincuencial y criminal en que vive la sociedad dominicana, que según dicen las autoridades se está tratando de combatir, tal clase de comportamiento ciudadano contribuye a fomentar más aún esos flagelos.

Si ese señor abusado y ultrajado tiene hijos, o familiares, a los cuales les duela su pariente, existe la posibilidad de que traten de vengarse, de pasarle factura a aquel victimario desaprensivo. ¿Y entonces, contribuye eso o no?

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