“Cuando un amigo se va, una estrella se ha perdido”

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cruzPor Rolando Fernández

¡Gran verdad!, que expresara en una de sus canciones clásicas el famoso cantautor argentino Alberto Cortez. Es el sentimiento que ahora deben estar experimentando muchos dominicanos, con la partida casi inesperada del doctor Andrés Lugo Vizcaíno, uno de los pioneros de la especialidad oncológica dentro del escenario médico de nuestro país.

Terminó con su corriente de vida, la misma afección que él atacó por tanto tiempo; incluso, de la que logró liberar a un sinnúmero de personas, aumentándoles su estadía sobre el planeta Tierra, y que hoy de seguro le recuerdan con gran afecto y agradecimiento.

Sin embargo, no pudo hacerlo en favor de sí mismo; lo venció el terrible enemigo. ¡Paradoja de la vida!, el poder ayudar a otros a combatir, controlar, y hasta derrotar ese mal. No obstante, a él logró derribarle, a pesar de todos los esfuerzos de sus compañeros de labores en Instituto Oncológico Dr. Heriberto Pieter, su otra casa prácticamente, como el seguro concurso de otros connotados profesionales de la disciplina de la salud.

No hay duda de que el doctor Lugo Vizcaíno, fue un distinguido y apreciado galeno, dentro de los pocos que han ido quedando en este país, que merecen llamarse aún como tal, por lo que más aún se achica con su partida ese círculo de laudables médicos entre nosotros.

Dentro de su recorrido profesional por el citado centro salud, ocupó en una ocasión la dirección médica del mismo, aunque no por gran tiempo en realidad, algo que era previsible para todos aquellos que conocimos un poco de cerca al doctor Lugo Vízcaíno, por diversas razones. Entre ellas: su verticalidad, seriedad, profesionalidad, altruismo, y sentir general hacia la clase pobre; todos sus congéneres, sin importar que fueran blancos, o tuvieran el mismo color de su piel.

Y claro, eran cosas que rápidamente iban con chocar, en el marco de la nueva fragancia que comenzó a respirarse en el seno de ese centro hospitalario, a partir de la desaparición de doña Rosa Emilia Vda. Tavarez, al frente de la Liga Dominicana Contra el Cáncer, Inc., cuya gran ausencia se notó desde el principio.

En ese orden, y como era obvio suponer, con el paso del tiempo se ha ido expresando más aún el efecto imprescindible de la presencia de aquella gran dama en aquel lugar, al servicio siempre de la clase enferma más necesitada de este país.

Se nos fue Andrés, a juntarse en el plano de lo inmanifiesto con doña Rosa, el doctor Pichardo, la doctora Inoa, entre otros, grandes pilares que dieron muestras desde allí, de encomiable imagen pública hospitalaria, fortaleza profesional, y de desinteresados servicios médicos a la población. Fueron parte de las columnas innegables en que se sustentó por muchos años ese Instituto del Cáncer, como de común le llama la gente.

¡Que descansen todos en paz! Ojalá que desde el lugar en que ahora se encuentran, puedan incidir de alguna manera para que ese hospital vuelva a ser lo de otrora: la eficiente, altruista, y necesaria única ventanilla para los pobres de esta nación, afectados con tan terrible y costosa enfermedad.

En agosto del año 2011, con el doctor Lugo Vizcaíno, en salud y pleno ejercicio profesional, cuando hay que aquilatar y reconocer méritos, a raíz de su designación como director médico del Instituto del Cáncer, le dedicamos el artículo que transcribimos a continuación, cuando ya hoy él no está entre nosotros, pero que por siempre será recordado. El mismo cumplió con su misión, y retornó a su verdadera casa, la de todos: el mundo espiritual.

“Un acto de reconocimiento y justicia”

A veces se reciben noticias que son muy buenas, entre las tantas malas a que estamos acostumbrados en este país. El enterarnos de la designación como Director Médico, en el Instituto de Oncología Dr. Heriberto Pieter, del doctor Andrés Lugo Vizcaíno, nos causó una gran alegría y satisfacción plena, por la acertada decisión que se adoptó.

Es por ello que, de inmediato, nos trasladamos a dicho centro hospitalario, luego de haber suspendido nuestras recurrentes visitas al mismo, como un humilde colaborador más, y en apoyo a la altruista y loable labor que desarrollara allí la extinta dama doña Rosa Emilia viuda Tavares, expresidenta de la Liga Dominicana Contra el Cáncer, Inc., para extenderle, inicialmente, una calurosa felicitación y desearle el mayor de los éxitos, al amigo y excelente galeno de prestigio, durante la amplia gestión de tanta responsabilidad y dedicación que ahora le toca emprender.

Al gran colaborador, siempre dispuesto a tender sus manos desinteresadas en beneficio de aquellas personas necesitadas de sus valiosos servicios profesionales. Ya de nuevo en el lugar, de inmediato comenzamos a advertir los noveles aires frescos y esperanzadores de enmiendas seguras, a muchas de las acciones cuestionables precedentes; de reorganización adecuada, colaboración del personal a cargo; y, un acogedor ambiente para los pacientes visitantes en busca de atención médica.

Parece ser, que se está de regreso hacia esas actitudes sociales amorosas, y vehementes, de aquella otrora presidenta de la Liga, y excelsa dama, con el concurso de los colaborares que procuraba siempre atraer, dirigidas en favor de todos los pacientes más pobres, afectados de tan terrible y costosa enfermedad, que se veían obligados a tener que recurrir al lugar, en busca de recuperar la salud, o de lograr mejor calidad de vida; a los cuales se trataba de ayudar, siempre y cuando el Gran Arquitecto del Universo así lo permitiera.

Y es que, el doctor Lugo Vizcaíno, amén de la experiencia de trabajo acumulada en el referido Instituto, por más de tres décadas, es un enamorado de su profesión; un galeno que honra la clase; y, un fiel cumplidor de la ética que requiere una labor de esa naturaleza.

En nuestras diligencias de carácter altruistas por dicho centro hospitalario, siempre nos encontrábamos con ese profesional apto de la salud, en actitud de colaboración desinteresada; dispuesto a cooperar; como, a ser solidario y atento con las personas que a él presentábamos, en procura de sus eficientes servicios.

La designación del experimentado médico, en la lucha contra el cáncer, como director de los demás de su clase allí, constituye un acto de reconocimiento a su abnegada labor, al igual que de justicia. Y creemos que, con él al frente de esos menesteres, se habrá de levantar muy alto la alicaída imagen pública de esa Institución, ultra necesaria para las clases más desposeídas del país, que tanto se viera afectada transitoriamente, a partir de la incapacidad física y posterior deceso de la querida doña Rosa Emilia.

Ojalá que también se produzca ahora, como complemento de rigor, una consistente emulación por parte de la también nueva presidenta designada de la Liga Dominicana Contra el Cáncer, Inc., señora Julia María Guerra de Oller, a quien no hemos tenido el honor de tratar personalmente; pero, de quien sí tenemos muy buena referencia; y la información de que, también es bastante conocedora de las labores que allí se llevan a cabo.

¡Adelante doctor Lugo!, que su misión terrenal continúe en estos momentos, con mayor marco de acción; y por supuesto, superiores niveles de responsabilidad. ¡Que Dios le bendiga, y le colme de mucha salud!

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