La demagogia patriótica tiene su precio: la indiferencia

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El amor patrio no se divide; y cuando así se hace, se diluye por completo, casi tal ocurre entre parejas que una vez se amaron.

Por Rolando Fernández

El que jura por la bandera de otra nación, condición sine qua non, para poder convertirse en un ciudadano más de la misma, no ama en realidad su país; le importa poco el terruño natal, por más allantes y demostraciones falsas que haga.

Realmente, se aprecia que no hay un sentimiento ciudadano por ninguna de las dos partes envueltas. Y si lo hay, estaría muy escondido el correspondiente a sus raíces. Se infiere que, solo le mueve el agenciarse beneficios compartidos que provengan de ellas, de cualquier índole.

El teatro que se hace, podría ser inherente a los dos pueblos. Se tiene un pie en cada uno. Y, el sentir patriótico, girará por lo regular según soplen los vientos, por deducción lógica.

Es obvio que, de inclinarse nada más por el nuevo estatus adoptado, no habrá una real identificación con sus verdaderas raíces, las costumbres, y los patrones culturales de su pueblo. El amor patrio no se divide; y cuando así se hace, se diluye por completo, casi tal ocurre entre parejas que una vez se amaron.

Cuando se es verdadero ciudadano de un país, qué difícil debe hacerse estar frente a tan importante símbolo patrio de otra nación, su bandera, como el escuchar las notas de su himno nacional. Se necesita de una doble cara, como de un sentir dividido, que no siempre es posible. ¡Se reporta teatral!

Todo el que ha estado en latitudes extranjeras lejanas, conoce la carga emotiva, como el sentir vibracional que asaltan, cuando se observa el sagrado lienzo propio, o se oyen las notas de ese canto penetrante, recordatorio, inductor y gratificante, a pesar de la lejanía que separe.

Y, ¡eso no es casual, es tribal! Es lo que se desprende de la energía inherente al primer chacra de los dispuestos para cada ser humano, según se sostiene en el orden esotérico. Es el centro energético que une a los hombres de que se trate, en términos de pertenencia e identificación, familiar, grupal, nacional, regional, etc.

De acuerdo como se describe en “ATALAYA DEL PENSAMIENTO LIBERADO”, red de la Internet: “El primer chacra nos conecta y afirma; es nuestra conexión grupal con las creencias familiares tradicionales, que favorecen la formación de la identidad y la sensación de pertenecer a un grupo de personas de un lugar geográfico determinado”.

“Para concertar con la energía del primer chacra, centre la atención durante un momento en algo tribal que le active una reacción emocional, por ejemplo:”

“. escuchar el himno nacional
. presenciar un espectáculo militar
. ver a un atleta cuando recibe una de medalla de oro en los
Juegos Olímpicos
. asistir a la boda de una persona querida
. enterarse de que a un niño o niña le han puesto su nombre”

Como se puede advertir a partir de lo expresado, el representar un doble papel en tal sentido no puede resultar fácil, a menos de no ser un ingrato total hacia su país, rompiendo con esa condición natural expresada: de ser uno con lo suyos, en términos generales.

Además, ante cualquier conflicto o conflagración entre ambas naciones a las que se pertenezca, por nacimiento, o en base ha haber llenado requisitos de orden legal extra-territorio propio, y si es que lo tribal se conserva, sería muy difícil definir por cual de los dos bandos inclinarse a defender.

La doble nacionalidad implica compromisos divididos, lealtad y deslealtad a la vez. Y, ante la dificultad de conocer de qué lado se está realmente, la mejor actitud frente a los que se han inclinado por la misma, sin importar de lo que se trate, es la indiferencia. Claro, no como ser humano propiamente, “que es arena de otro costal”, como se dice.

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