¡El depauperado que se enferma entre nosotros, no es gente!

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Hay que buscarse un furgón de cuartos también, cuando se recurre a la competencia con respecto a lo convencional. Se tiran bastante entre sí, tales comerciantes que son. “El uno acusa de pastillologo, y ese al otro de yerbero”.
Hay que buscarse un furgón de cuartos también, cuando se recurre a la competencia con respecto a lo convencional. Se tiran bastante entre sí, tales comerciantes que son. “El uno acusa de pastillologo, y ese al otro de yerbero”.

Por Rolando Fernández

Esa es la concepción moderna de los negociantes de la salud en este pedazo de tierra caribeña, los servidores de bata blanca, inconscientes en grado sumo, y mercaderes sin control estatal alguno.

¡El que se enferma en este país, sino tiene cuartos, se lo llevó el diablo! Mejor es enterrarse vivo, y así sufrirá menos, de dolencias, impotencia total, como de desprecios, e indiferencias facultativas alegres.

La asistencia a nivel de los hospitales públicos deja bastante que desear. La poca, si es que se logra, es casi ineficiente por completo. Los médicos come cheques que allí se tienen, muy poco tiempo invierten en los pacientes obligados que concurren a esos lugares, teniendo que aguantar “boches”, indiferencias y malos tratos. Las limitaciones, en términos de medicamentos, material gastable y equipos necesarios se notan desde lo más lejos de la Tierra. ¡Que desastre!

Y, el tratarse cualquier afección de salud a nivel privado, por simple que sea, en esta selva de cemento mercantil, donde los empresarios de la salud, ya no médicos como antes, que pueden ayudar a subsanar problemas en tal sentido, andan nada más que extorsionando, buscándosela con el cuchillo en la boca, como se dice popularmente, a costa de los ingenuos pacientes, sale más caro que un pleito mal casado, en que intervengan otros desconsiderados y oportunistas profesionales, los de la maldición de antaño: ¡“qué entre abogados te veas”!

Las evidencias persuasivas para decidir, si atender o no a la gente, en cuanto a nivel económico, capacidad de pago, lugar en que se reside, etc., las obtienen a partir del cuestionario previo a que se es sometida por parte de la secretaria o recepcionista. Incluso, algunas exigen los pagos pertinentes por adelantado, antes de ver al médico.

Los pseudos galenos de hoy prescriben más estudios que los exigibles en un pensum de cualquier carrera universitaria, aun no sean enteramente necesarios Claro, con indicaciones precisas y justificadas de que deben ser realizados en centros y laboratorios específicos, de lo que se infiere se reciben jugosas comisiones por los remitidos.

Luego, les fijan citas a los clientes – pacientes – en los consultorios, cada 15 y 30 días, para chequeos y lecturas de análisis, teniendo que pagar cada vez los honorarios dispuestos, aun sea nada más que para ver superficialmente a la “víctima económica”; conversar con él un ratito, como decirle que los resultados de los estudios están bien.

Y, de inclinarse cualquiera por la otra opción que mercadologicamente se vende: la llamada medicina alternativa, o natural, con lo primero que se trata de convencer a los pacientes es diciéndoles que, “la ciencia no funciona; y, que su práctica integrativa es la mejor”.

Luego, uno se preguntaría, ¿y lo de ellos qué es? Pero además, siguen la misma línea de lo comercial; se constituyen en juez y parte algunos, con relación a los análisis y procedimientos que en su apreciación se requieran; inclusive, hasta venden en sus tiendas establecidas, los medicamentos que prescriben.

Hay que buscarse un furgón de cuartos también, cuando se recurre a la competencia con respecto a lo convencional. Se tiran bastante entre sí, tales comerciantes que son. “El uno acusa de pastillologo, y ese al otro de yerbero”.

Cuánta inconsciencia humana; cuántos negocios se hacen con el activo más importante de la especie: la salud, cuyo deterioro por marginación facultativa, y la escasez extrema de recursos económicos que se experimente, es inminente, e irrecuperable.

No es muy raro ver como determinados médicos, especialistas en su mayoría, comienzan a ejercer en un modesto consultorio, y al cabo de poco tiempo son empresarios, dueños de amplias y modernas clínicas, instaladas en vistosos edificios hasta de cuatro o cinco plantas.

Crecen ésos tan rápido, como aquellos comerciantes que se inician con un pequeño ventorrillo, y al cabo de un par de años tienen tremendo supermercado. ¿Por qué será?

El que se procure ganancias no es criticable, pues todo el que trabaja la merece. Ahora, hay ejercicios que requieren de cierta ponderación, en el sentido de lo equitativo, de la necesidad imperiosa, y la oferta imprescindible, como ese de la medicina, para no especular, como tampoco proceder según la cantidad de dinero que se pueda agenciar. Por lo común, contrario a esas actitudes últimas, es lo que se estila. ¡Penoso eso!

Pero, en adición se hace censurable, el que la fama y las riquezas que se logran acumular en ese ámbito, “evalentonan” de forma tal, que la gente tiene que acogerse a las inflexibilidades mostradas. De ordinario, hay que esperar hasta que a muchos de esos profesionales les “salga de los forros” atender a los afectados en su salud, y asistirles como se debe. Todo tiene que ser mediante citas previas, con suficiente antelación; pagos en dólares en algunos casos, y hasta de manera adelantada. ¡Que tupé!

Se olvidan de que no todo el mundo nace con esa vocación, y que por alguna razón será. Seguro que no es, porque el mundo se la otorga. Es algo con lo cual se nace, por lo que es lógico entender se está comisionado desde lo Alto para ejercer dicha práctica, sobre lo cual se debe reflexionar, y actuar en correspondencia con esa concepción. De lo contrario, después se tienen que pagar altos precios, cuando la Madre Naturaleza pasa factura.

Es por ello que, se producen en algunas ocasiones severas puniciones kármicas, como los “egotazos” derivados, los derrumbe emocionales humanos de que son objeto, y hasta fallecimientos, debido a las mismas dolencias que han venido tratando, con la inscripción implícita de: como sabes tanto, endiosándote por completo, y dejando de lado la misión divina para la cual se te envió, maltratando y especulando incluso con la salud de tus congéneres ¡procura curarte ahora tú mismo, a ver si puedes!

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