¿Casualidad o causalidad, fallecer de la misma afección que se trató?

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SALUD XXPor Rolando Fernández

Creemos que a muchas personas, dentro de las cuales nos incluimos nosotros, les asaltan las siguientes inquietudes: ¿por qué los médicos especialistas en el combate de afecciones humanas determinadas, por lo regular las contraen, y fallecen de las mismas? ¿Será algo casual, o existen causas que provocan esa situación?

Referentes los hay de sobra. Cada día son más las noticias en ese orden. ¡Mueren y mueren algunos galenos de lo mismo que trataron! Y cada vez es más gente la que se pregunta sobre el motivo real de tal ocurrencia.

Según sostienen algunos esoteristas, “la atención mental cuando se fija de manera sostenida sobre algo lo atrae, contrario a cuando se trata de ignorar”. Eso significa que el mucho pensar sobre cualquier cosa puede que lo haga aparecer, lo materialice en uno mismo. ¡Podría ser el caso!

Es obvio que, todo especialista dirige con firmeza su atención hacia la materia objeto, en este caso la enfermedad de que se trate; a todo cuánto tenga que ver con la misma: su eventual origen, factores de riesgo, como hereditarios; causas que la favorecen siempre; diagnóstico, tratamientos, probabilidades de vida, etc., que de manera constante estarán ocupando su mente, que la absorben por completo.

Entonces, es muy posible la atracción hacia sí mismo de cualquier problema de salud ajeno. Sería lógico entenderlo así, a partir de la concepción ante expresada. El mucho pensar en eso puede atraerlo, procede reiterarse.

Ahora, hablando en términos esotéricos de mayor profundidad, la condición de médico obedece a un don innato muy especial, que se trae desde el nacimiento, y que luego se desarrollan las habilidades requeridas para el ejercicio. La vocación es muy propia de los elegidos, y está asociada con el prediseño de esa corriente de vida presupuestada de manera individual, o particularizada.

Pero ocurre que, el actor humano que interviene en la práctica, es solo un medio de Expresión Divina; un don nadie, como se diría físicamente hablando. No obstante, ante la destreza que se exhibe, como la fama que se ha logrado acumular, el ego le hace envalentonar, y entonces se cree que es él nada más quien lo hace todo, quien todo sabe y dispone. ¡Craso error, que luego se vuelca contra sí mismo!

Se olvida que él solo es un robot programado desde lo alto; que es manejado a voluntad por la Inteligencia Suprema Una, para el servicio a sus congéneres afectados por tal o cual mal. ¡Que él por sí mismo nada puede hacer!

Y, de ahí se entiende la otra causalidad posible: ¡A ver si tú puedes curarte por ti mismo! ¡Si puedes sanarte tú! ¡Si soy Yo, o tu ego, quien actúa en cada caso!

Por consiguiente, hay quienes interpretan y conciben la circunstancia de que se trate, como un karma aleccionador; una forma divina de abatir el ego envalentonado de la persona objeto, que se creyó el “gran señor” actuante.

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