La inmensidad humana de Pablo Neruda

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En 1946 Juan Ramón Jiménez lo considera «el poeta más poderoso de Hispanoamérica después de Rubén Darío».

Se cumple en pocos días medio siglo de la muerte (¿asesinato?) del gran poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973). Se acaban de cumplir 50 años de la caída, en combate desigual, de su entrañable amigo, el heroico presidente Salvador Allende (1908- 1973).

Ese brutal golpe contra el gobierno de Allende sumió al país en uno de los baños de sangre y de desapariciones más espeluznantes de la historia de la violencia en América Latina. Con absoluto cinismo, la junta castrense intentó ofrecer una imagen de «respeto» hacia el Premio Nobel de Literatura 1971; pero, en verdad, la soldadesca se ensañó contra él y sus propiedades; le destrozaron papeles, libros y objetos atesorados durante decenios. Y, sin duda, el dolor ante lo ocurrido a sus compatriotas y el frágil estado de salud que presentaba en 1973, contribuyeron a acelerar el deceso del autor de Crepusculario (1923), Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), Residencia en la Tierra (1925-1935), España en el corazón (1936) y Canción de gesta (1960), entre tantos otros libros.

De la producción lírica de Neruda se conoce algo. ¿Quién no recuerda textos como los siguientes? Farwell (3.  Amo el amor de los marineros / que besan y se van.); el Poema 20 (Puedo escribir los versos más tristes esta noche. /Escribir, por ejemplo: La noche está estrellada, / y tiritan, azules, los astros, a lo lejos); o la angustia del hablante lírico en Walking around (Sucede que me canso de ser hombre. / Sucede que entro en las sastrerías y en los cines / marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro / navegando en un agua de origen y ceniza.). Sin embargo, poco se sabe de su extraordinaria obra humanista y revolucionaria, como la denuncia del crimen de García Lorca en 1936 (fue uno de los amigos más entrañables del granadino), o los incontables esfuerzos realizados para rescatar de la cárcel franquista al poeta y combatiente Miguel Hernández, su apoyo decisivo al congreso de la cultura de Madrid y Valencia, en 1937 y, luego, la salvación de miles de españoles tras la derrota de la República.

En 1946, Juan Ramón Jiménez lo considera «el poeta más poderoso de Hispanoamérica, después de Rubén Darío». Por su parte, el chileno Volodia Teiltemboim dice años más tarde: «probablemente no hay poeta extranjero en el siglo XX que haya abierto en España un surco tan ancho».

Solo en síntesis se puede hablar de la grandeza de Pablo Neruda. También los novelistas expresan su devoción hacia el bardo austral, lo transfiguran en ente de ficción. En la Casa de los espíritus (1982), Isabel Allende lo erige en mito. La descripción del funeral del poeta, primera manifestación pública del pueblo contra la junta golpista, se halla entre las páginas más hermosas de la literatura latinoamericana del siglo XX.

Con el título de Ardiente paciencia, Antonio Skármeta da a conocer en 1985 una conmovedora historia, casi paternal, de Neruda con su joven cartero. Novela breve, pero de enormes valores humanos, históricos y poéticos. Su ajuste al cine con el título de El cartero de Neruda determinó que las ediciones posteriores de la ficción llevasen este rótulo.

La salvación de un gran número de españoles, llevados por Neruda desde Francia a Valparaíso, en 1939, origina la trama esencial de Largo pétalo del mar (2019), otra de las novelas de Isabel Allende sobre Neruda. El poeta «levantó su mirada de párpados somnolientos (…) –No tenemos dinero para el pasaje, señor… // –Nadie lo tiene. Ya veremos. Y olvídese del pago de la visa chilena, que algunos cónsules pretenden cobrar (…). Ese día de verano, 4 de agosto de 1939 (…) quedaría para siempre en la memoria de Víctor Dalmau y otros dos mil y tantos españoles que partían a ese país larguirucho de América del Sur». Así fue el corazón de este poeta universal.