La odisea de Triffolio y Robert en busca de los tres marranos de Luis Grullard (2 de 2)

0
231

Por Roberto Veras    

Después de la crucial bifurcación, Triffolio y yo recorrimos varios kilómetros adicionales para reunirnos con Miguel Acevedo, Miguel nos decía, estoy un poquito más adelante, de esto allí de campo. Ya junto a él, la travesía prometía llegar a su fin, pero la realidad nos deparaba más desafíos de los esperados. Miguel nos afirmó, ahora es que falta carretera, afirmación que creímos era chercha, Triffolio al recorrer tantos kilómetros dijo: “Este camino es tan lejos, que era mejor comprar los cerdos en SDE”

Aunque Miguel Acevedo, quien tiene un considerable tiempo residiendo en la urbe neoyorquina, aseguraba que solo quedaba un trecho por carretera, la verdad era que la carretera en construcción se disolvía en un intrincado camino vecinal que parecía un sector del viejo oeste americano. La incredulidad se apoderó de nosotros; Triffolio, con su característico sentido del humor, expresó la necesidad de atarlo para enfrentar ese camino de vuelta, esta frase fue repetida varias veces.

Llegamos a un paraje llamado “CLARO” donde estaban los puercos y  en términos jocoso le dijimos a Miguel que él nos había llevado a un lugar oscuro, donde nos recibieron un grupo de extranjeros y dominicanos,  nos entregaron los marranos que serían sacrificados el día de la cena de navidad. Miguel nos había dicho que para llegar a Hato Mayor el camino era intransitable y montañoso, y para sorpresa nuestra era todo lo contrario.

Miguel Acevedo, intrigado y deseoso de comprar un cerdo por su cuenta, sugirió regresar por la ruta conocida, a lo cual nos opusimos. No obstante, para sorpresa de todos, Triffolio y yo consultamos a los lugareños, quienes indicaron que estábamos a escasos 18 kilómetros de la provincia de Hato Mayor. La decisión estaba tomada: continuaríamos nuestra  odisea hacia Hato Mayor.

El viaje continuó, llevándonos a través de San Pedro de Macorís y, en un momento de distracción mientras hablábamos con nuestras esposas por teléfono, descubrimos un desvío inesperado con señalización hacia Santo Domingo. Sin dudarlo y por error nuestro tomamos la antigua carretera Mella, una ruta desolada y misteriosa destinada principalmente al tráfico de camiones a altas velocidades.

Cabe destacar que esta jornada épica, que comenzó a las 9 de la mañana, no concluyó hasta las 5 de la tarde. Llegamos  al municipio Santo Domingo Este, al destino donde los marranos serían sacrificados.  En un gesto de hospitalidad, y a petición de Triffolio, quien al igual que yo teníamos los labios cenizos por la poca ingesta alimenticia,  el dueño del lugar ofreció un suculento plato de cerdo con yuca, culminando así la odisea con un toque de recompensa.

En medio de risas y anécdotas, Triffolio y yo cumplimos con nuestra noble misión de traer los tres cerdos para la esperada fiesta de Nochebuena. Finalmente y con una sonrisa en el rostro Eduviges la esposa de Triffolio nos recibió con el almuerzo del mediodía. Que este relato sirva como testimonio del sacrificio y la determinación que caracterizaron esta inolvidable odisea en pos de la alegría y la generosidad durante la temporada festiva de navidad.