Contra el Olvido: Historia del Desfile Nacional de Carnaval

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Colorido en el Desfile Nacional de Carnaval. (Foto Mariano Hernández)

Por Dagoberto Tejeda Ortiz

La inédita y trascendente decisión del Profesor Juan Bosch, Presidente histórico, de enviar a estudiar a jóvenes dominicanos nuevas carreras profesionales al exterior, necesarias para el despegue del desarrollo del país en el tránsito de la dictadura trujillista a la democracia, hizo posible el envío de numeroso jóvenes a diversos países, entre los cuales estábamos cinco banilejos, que fuimos a estudiar ciencias sociales a Brasil, gracias al esfuerzo particular de Don Fabio Herrera Cabral, vice-ministro de Relaciones Exteriores, coordinador de este programa.

Allí tuvimos la gratificante vivencia con el carnaval popular carioca, que nos marcó para toda la vida, tanto en las favelas, en las escuelas, en las calles, en los bailes y en los impactantes desfiles turísticos-comerciales convertidos en espectáculos artísticos-culturales que llenaban de colorido y alegría a Río de Janeiro.

A nuestro regreso al país, junto con Iván Domínguez, producimos para el programa de tv “Otra vez con Yaqui”, del cual Milagros Ortiz Bosch era la guionista y Anita Ontiveros la editora, un reportaje sobre el carnaval popular de Guachupita, un legendario barrio popular de la ciudad de Santo Domingo.

Milagros, mujer con visión, sensible conciencia, identificada con la cultura popular, dueña un inédito olfato político trascendente, le planteó a José Francisco Peña Gómez, Sindico en ese momento del Distrito Nacional y a Rafael Subervi Bonilla, Secretario de Estado de Turismo, la necesidad de que el Estado Dominicano asumiera la responsabilidad de revalorizar y apoyar al carnaval popular como expresión de democratización y de deuda con los sectores populares.

La idea fue acogida por ambos y comenzamos la redefinición del carnaval dominicano, con una visión de pueblo como protagonista, en contraposición con la visión elitista dominante, donde prevalecían los bailes de salón y los corzos floridos, en los casinos y clubes sociales de los pueblos.

En este proceso, decidimos privilegiar a los sectores populares, ofreciéndole todo el espacio creativo, en libertad y en democracia, para que el carnaval dejara de ser un espectáculo y fuera en realidad, una expresión cultural de vida, apoyada por el Estado, fundamentado en “el derecho del pueblo a la alegría”, como proclamaba Milagros.

Por eso, redefinimos toda la conceptualización esteticista y elitista vigente, de donde surgió el Desfile Nacional de Carnaval en 1982, como espacio para mostrar la riqueza de todos los carnavales locales, donde la diversidad fuera la expresión de la identidad cultural dominicana y sus esencias las expresiones populares.

La realización de este desfile nacional el primer domingo de marzo de 1983, impactó el orgullo y el desarrollo de los carnales a niveles locales, convirtiéndose en una muestra única en el mundo, teniendo como sede el espacio del Malecón de la ciudad de Santo Domingo, ciudad donde se celebró el Primer Carnaval de América, hace más de 500 años.

Para un mayor conocimiento de los organizadores sobre el carnaval, su relación con los sectores populares y el Estado, el visionario de José Francisco Peña Gómez, coordinó la visita de Milagros, de Dagoberto y Simón Romero, al carnaval de Río de Janeiro, a fin de conocer su organización, la magnitud de sus procesos creativos artísticos-culturales, su relación con el Estado, la sociedad civil y los sectores populares.

Aunque participaban diversos sectores de la sociedad dominicana en la organización del Desfile Nacional de Carnaval, su coordinación recaía en el Ayuntamiento del D.N y el Ministerio de Turismo, con la participación posterior del Ministerio de Educación, del Ministerio de la Juventud, del Museo del Hombre Dominicano y la representación de los carnavaleros y del sector privado, institucionalizado con la creación de la Comisión Nacional de Carnaval.

Definimos que el Estado debía de apoyar a los sectores populares con ayuda económica, en las comparsas barriales, garantizándole la libertad creativa y premiaciones como estímulo de participación, donde las carrozas solo tendrían reconocimientos, para importantizar el protagonismo del pueblo.  Decidimos de igual manera, un apoyo institucional a los carnavales locales donde se garantizara su participación en el desfile nacional.

En términos de contenido, el carnaval debía de expresarse en las expresiones de la dominicanidad y de la identidad, haciendo posible que el desfile nacional se convirtiera en un testimonio  de la riqueza y la diversidad del folklore y de la cultura popular dominicana.

Por esas razones, desapareció la figura europea neocolonizada del “Rey Momo” para presidir este desfile y adoptamos como símbolo al “Rey Califé” por su contenido contestario, critico, pedagógico-educativo.  Califé, personaje legendario del carnaval de la ciudad de Santo Domingo, encarnó la dimensión contestataria y expresión de libertad del carnaval, al cual yo he llamado “la conciencia del carnaval”.

Decidimos que hubiera un jurado integrado por conocedores del carnaval, por artistas, representativos del mundo cultural, de las esencias barriales, de los carnavales locales, de los sectores populares, sin discriminaciones ni exclusiones políticas, ideológicas, religiosas, con plena autonomía y libertad, cosa esta que originalmente se cumplió en su totalidad.

Este desfile de carnaval, impacto su vigencia en los pueblos, se convirtió en una atracción nacional-internacional, constituyéndose en la única muestra de carnaval que contiene la diversidad de la identidad de un país en el Caribe y América Latina, con el apoyo original, entre otros, de Milagros Ortiz Bosch, José Francisco Peña Gómez, Rafael Subervi Bonilla, Luis Medrano, Dagoberto Tejeda Ortiz y Simón Romero,  es una realidad que se ha realizado sin interrupción desde el 1983, el cual coordiné su organización durante 16 años, responsabilidad asumida posteriormente por Rafael Lachapelle y Avelino Stanley.

Este Desfile Nacional de Carnaval, se  convirtió en una reivindicación popular, en bandera de creatividad, expresión de esencias populares y en un patrimonio de la identidad nacional, orgullo hoy de la dominicanidad.