Por Roberto Veras
En un tiempo no tan lejano, el barrio de Los Mina se veía envuelto en un murmullo constante de emoción y anticipación. La razón era simple pero poderosa: los cines Ana, Alma y Duarte eran los guardianes de la magia cinematográfica en esta comunidad. Cada uno tenía su propia historia, su propia esencia, pero los tres compartían un destino común: la desaparición.
El cine Ana, majestuosamente ubicado en la avenida Libertad, hoy Av. Presidente Estrella Ureña era el epicentro del entretenimiento para los residentes de Los Mina. Aquí, las luces titilaban en la fachada mientras las películas estadounidenses, llenas de drama y acción, se proyectaban en enormes pantallas. Los rostros de las estrellas de Hollywood iluminaban los sueños de aquellos que se sumergían en la oscuridad de la sala.
A pocos kilómetros, en la Carretera Mella, se alzaba el cine Alma. Este lugar era más que un simple cine; era un testigo de la evolución de la cinematografía en la República Dominicana. Desde las primeras proyecciones en blanco y negro hasta las últimas producciones a todo color, el cine Alma contaba la historia del séptimo arte en cada fotograma. Pero, este cine tenía la peculiaridad de que no tenía techo y como el susurro de una película que llega a su fin, el cine Alma también cerró sus puertas.
Finalmente, el cine Duarte, en la avenida Fernández de Navarrete, completaba la tríada. Con su fachada clásica y su interior acogedor, este cine era el refugio de los amantes del cine. Las butacas crujían mientras los espectadores se sumergían en historias estadounidenses que, de alguna manera, reflejaban la realidad de Los Mina. Sin embargo, la tristeza se apoderó del lugar cuando, como en una película de despedida, las luces del cine Duarte se apagaron para siempre.
Pero la desaparición de estos cines no solo marcó el fin de una era, sino también el surgimiento de una nueva. En la oscuridad dejada por los cines estadounidenses, emergieron las películas chinas y japonesas. Las artes marciales, las historias de samuráis y las epopeyas orientales encontraron un hogar en los corazones de la comunidad. Los cines Ana, Alma y Duarte, aunque desaparecidos, dejaron un legado que se entrelazó con la rica diversidad cinematográfica del mundo.
Hoy, los terrenos donde yacían estos cines están llenos de recuerdos silentes. Las marquesinas han desaparecido, las taquillas han cerrado, pero el eco de risas y suspiros aún resuena entre las paredes invisibles de lo que una vez fue un santuario cinematográfico.
Los Mina ha cambiado, y con cada cambio, una parte de su historia se desvanece. Sin embargo, en la memoria colectiva de aquellos que alguna vez se perdieron en las historias proyectadas en las pantallas de Ana, Alma y Duarte, el legado de estos cines perdura. Aunque hoy estén ausentes, los cines de Los Mina siguen siendo testigos de los sueños que alguna vez cobraron vida en su interior.