Los hijos y el tiempo

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La adolescencia constituye uno de los momentos más complejos en el desarrollo de un ser humano. Afloran decenas de contradicciones, anhelos, conductas y, en la mayoría de los casos, no se cuenta con las herramientas emocionales para manejar el torbellino emocional que aflora en esta etapa.

La Organización Mundial de la Salud (oms) define la adolescencia como la etapa que transcurre entre los diez y los 19 años. Además, precisa que ocurren una serie de cambios fisiológicos, anatómicos y sicológicos que desempeñan un papel fundamental en el futuro de cada persona. Por supuesto, esa es la edad de los descubrimientos, de las ansias de libertad, pero un deseo momentáneo puede traer consecuencias que cambien el destino para siempre.

Lo ideal sería que el inicio de las relaciones sexuales estuviera acompañado por la madurez suficiente para disfrutar cada experiencia de forma plena, responsable, madura. Sin embargo, en la cotidianidad casi nunca se logran los escenarios ideales. Por ello, la educación sexual y reproductiva tiene que tener un rol determinante, porque podría evitar que una niña tenga que cuidar a un bebé, cuando ni siquiera está preparada para darle un sentido total a su vida propia.

La gestación impone retos para el cuerpo de una mujer en plena vitalidad. En el organismo de una adolescente puede constituir un peligro que se traduce, en el caso de la madre, en mayor riesgo de eclampsia, endometritis puerperal e infecciones sistémicas. La criatura puede padecer bajo peso al nacer, prematuridad o padecer cualquier afección neonatal grave, según datos de la oms.

Por otro lado están las huellas sicológicas: el miedo, la frustración, el no saber manejar los estigmas, el sentir que está perdiendo los sueños que tenía. También se resienten las relaciones con la familia. En ocasiones ocultan el embarazo por temor a la reacción de los padres, los cuales tienen que asumir la crianza de un bebé y, a su vez, continuar con la formación de su hija o hijo. ¿Pero qué pasa cuando se trata de un hogar disfuncional, cuando no existen sostenes para los adolescentes?

Sostener a un hijo en las manos constituye una de las mejores experiencias, pero no se puede romantizar la maternidad. Incluso dentro de una pareja funcional, dotada de resortes emocionales para afrontar el estrés y los cambios, que decidió y planificó la concepción, el nacimiento de una criatura representa un reto. ¿Cómo lo afrontará una niña que apenas asoma sus ojos a la realidad de la vida adulta?

Cada anhelo tiene su tiempo. Debe ser una encomienda colectiva de nuestra sociedad velar porque la adolescencia sea una etapa para crecer emocional, física y sicológicamente. De esa forma, los hijos llegarán cuando sea una decisión consciente, madura y deseada.